Clásicos de carácter: Mitsuko Uchida
CLÁSICOS DE CARÁCTER
No es la primera vez que la japonesa Mitsuko Uchida visita el Ciclo de Grandes Intérpretes, de la Fundación Scherzo. Pero los aficionados a la gran música para piano escrita entre Mozart y Schoenberg deben de agradecer tal recurrencia, pues se trata ni más ni menos que de uno de los pianistas más importantes de su generación. A sus casi 66 años, Uchida sigue paseando su arte por el mundo, mostrando a todo el que quiera entenderlo que para planificar una buena carrera es determinante la coherencia, la lógica y la mesura a la hora de escoger y programar el repertorio. El premio no es solo el reconocimiento sino un mantenimiento en los recuerdos de los que hacen historia.
Hay algo en Uchida, con independencia de su creatividad y calidad como intérprete, que me gusta y admiro especialmente: su insistencia en profundizar en lo global, su voluntad de buscar hasta en el último rincón de la creación de cada uno de los compositores cuya música interpreta, su empeño en abordar “obras completas”, la música de auténtica envergadura. O sea, de hacer ciclos, y sin concesiones, y bajo presupuestos intelectuales serios que nada tienen que ver con los modos que ahora abundan, y convierten al circuito de conciertos en una especie de circo mediático. O en paladín: a mi entender y para mi gusto, Mitsuko Uchida es un pianista como la copa de un pino.
El recital objeto de este comentario es un modelo de lo dicho. Ellla ha tocado –y grabado- las sonatas y los conciertos de Mozart (series completas; los conciertos con Jeffrey Tate) ; sonatas de Schubert y Beethoven (más del primero que del segundo), bastante Chopin, una notable Kreisleriana y unas preciosas Davidsbündlertänze de Schumann (para mi gusto las mejores que yo he escuchado desde las de Arrau), pero también extraordinarios Debussy (memorable la serie de los 12 Estudios), Berg o Schoenberg, del que tiene un irrepetible Concierto de Cámara dirigiendo Pierre Boulez. Ella ha hecho estas cosas, decía, y el recital que nos va a ofrecer esta semana está en esa línea, que me atrevería a calificar de música indispensable. De entrada nos regalará las musculadas Variaciones Diabelli de Beethoven. Y las califico así por no tildarlas directamente de intocables. El último (o penúltimo) piano del sordo marca vetos, aunque por desgracia más de uno no parece comprender ese tipo de imperativos morales: es una obra solo apta para mentes preclaras guiadas por dedos de cristal y hierro a partes iguales. Sobre un tema de aparente inocuidad, Beethoven construyó un imponente edificio para cuyo ascenso son pocos los pianistas que puedan contar con el fuelle necesario. Así que el resultado es de pura lógica: rara vez se tocan en público. Por eso, además de por otras razones entre las que la más importante no deja de ser la presencia de un impresionante pianista, poder escucharlas en vivo se transforma en fiesta mayor. Pero no acaba ahí la cosa, pues para “desengrasar” Uchida ha escogido para la segunda parte del recital un “pequeño” ciclo, la segunda serie de impromptus de Schubert, la D.935. Ella los grabó hace 17 años, magistralmente, lo que nos lleva a pensar que tras el tiempo transcurrido desde entonces habrá madurado más todavía si cabe su idea acerca de esta música tremenda, terminal, acongojante. Tan terminal que el compositor no las pudo ver publicadas.
En resumen y en no muchas más palabras: un concierto para no perdérselo. Quedan entradas (taquillas del Auditorio y 913 56 76 22), y a un precio más que razonable. Pedro González Mira.
Mitsuko Uchida, piano. Obras de BEETHOVEN y SCHUBERT. Martes 11, 19.3º. Entre 31 y 56 €.
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