¿BACH AL PIANO? SÍ, GRACIAS
¿BACH AL PIANO? SÍ, GRACIAS
No sé si ya acabó la polémica. Para algunos, seguro que sí; para otros, y de estos hay de varios tipos, rotundamente no.
Vivimos momentos de fundamentalismos diversos, unos tan graves como para llevarse por delante paz y valores razonables, y otros más aparentemente inocentes porque solo afectan a una minoría, la minoría cultivada, la que vive tranquilamente al margen de la brega que no solo se conforma con serlo sino que además hace derramar sangre. Esta minoría puede permitirse y se permite lujos como el poner en discusión cuestiones intelectuales de gran calado. Así: ¿qué es más propio y adecuado para una correcta interpretación de El clave bien temperado (o cualquier obra para teclado de Bach), el clave o el piano? Sí; se sigue perdiendo el tiempo con estas nimiedades, cuando la enseñanza musical, y lo que es peor, la cultura musical, anda ya por el quinto subsuelo. Y es desolador, porque hasta los que tenemos por obvia tal nimiedad no dejamos de entrar a saco en la polémica. Desolador, y muy poco realista.
Lo repetiré por enésima vez: la cuestión a debatir ni es el instrumento ni siquiera el estilo. La cuestión es qué está dispuesto a esperar el que escucha y, sobre todo, qué pide el que escucha. Si no se clarifica antes eso es inútil entrar en discusión al respecto. El gran milagro de la música abstracta de Bach es que parece estar pensada para esa discusión. Él diseña un asombroso juego de notas, y después reta a quien las quiera escuchar, es decir, a quien quiera hacerlas suyas. Y ahí empieza el lío, pues cada uno escuchamos la música de manera distinta; cada uno esperamos algo diferente en la escucha; una manera personal de identificación e involucración. Yo creo que por ahí sí hay base para la confrontación de ideas. A una persona para la que escuchar música sea más un placer que una confrontación dialéctica le será más fácil acceder a la música para teclado de Bach a través del plano clavecín. En cambio, aquellos para los que la música es dialéctica sonora antes que nada preferirán el piano, un instrumento que mira a la orquesta desde que Beethoven (que no era nada sospechoso de tomarse la música como un divertimento) así lo decidiera.
De manera que la cosa no va con el que toca y su decisión de usar un instrumento u otro. La cosa va con lo que espera que suceda el que escucha. Ese es, para mí, el sentido en el que una análisis del asunto puede adquirir una realidad tangible. Porque, además, parece entrar en relación directa con el estilo: parece que lo lógico es que quien decida hacer Bach al piano quiera proponerse trascender a las maneras sonoras de una época que no podía servirse de tal emisor de sonidos. O en otras palabras, lo que los críticos siempre hemos tildado (a veces muy erróneamente) como de Bach romántico.
Y sí; nadie, creo yo, se atrevería a calificar de lo contrario al Bach al piano de ciertos pianistas. Pero hay otros que se han partido los brazos para destrozar ese tipo de percepciones. Por ejemplo, András Schiff, a quien no se le mueve un pelo a la hora de defender al instrumento para hacer Bach, y cuyo Bach al piano es difícilmente clasificable de romántico. Claro que otros intentos al respecto se quedan en puras memeces, aburridas como ellas solas. Schiff es quien mejor ha explicado todo esto, con palabras y con sus interpretaciones al piano. Pero también los hay que, situándose en el epicentro de la ruptura estilística, han logrado interpretaciones sublimes e inatacables. Ojo, sin duda para aquellos que, como yo, estén dispuestos a aceptar este tipo de experimentos: algo así como lo que hacía Klemperer con la Misa en Si menor.
Bien. ¿Dónde situar a Aimard, protagonista del concierto que va a dar en el Auditorio Nacional de Madrid este martes 13, dentro del ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo? Tenemos una referencia bastante reciente: la grabación del primer libro de El clave bien temperado, que es justo lo que va a tocar este martes (si no tiene entrada, corra a por ella; toque como toque, escuchar esto de una tacada es un privilegio que solo se da de uvas a peras). A mi juicio, Pierre-Laurent Aimard hereda de alguna manera la línea interpretativa de Schiff; y está en las antípodas de la otra, la más subjetiva, a la que me refería antes (y cuyo protagonista campeón es Daniel Barenboim). Pero para mí es necesario escucharle en vivo; estoy persuadido de que algunas cosas que no he llegado a entender en la grabación (léase: no me han gustado) se me van a aclarar, y seguramente muy positivamente, en el concierto del martes. Aimard toca increíblemente bien, pero la impresión que he recibido con esta versión no ha sido igual de positiva que la que tuve al escuchar en su día su Arte de la fuga, un imponente compendio de técnica contrapuntísitica y emoción melódica (o sea, la madre del cordero de la obra). O al menos la impresión parcial, pues en mi escucha hubo momentos de gran felicidad (en algunos Preludios), frente a, ya digo, incomprensiones flagrantes. Aimard es un pianista muy serio y fiable. Espero su concierto con ilusión y muchas ganas. Pedro González Mira
BACH: El clave bien temperado, Libro I. Piere-Laurent Aimard, piano. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Entre 25 y 57 €.
Últimos comentarios