MADAMA BUTTERFLY (G.PUCCINI)

Palacio Euskalduna de Bilbao. 20 Febrero 2015. Temporada de Ópera de ABAO.

Volvía Madama Butterfly a Bilbao tras su última aparición en el año 2006. La verdad es que el resultado ha dejado que desear en casi todos los aspectos. Por una lado, una producción que, más allá de aspectos estéticos, resultó muy poco adecuada al Euskalduna, lastrando claramente el rendimiento vocal. Por otro lado, la vertiente musical no pasó de una versión controlada y rutinaria. Finalmente, el reparto vocal, además de lidiar con el inconveniente de la producción, ofreció muy escaso interés.

La producción escénica ofrecida por ABAO lleva la firma de Renzo Giacchieri y procede del Festival de Torre del Lago. Se trata de un espectáculo de corte minimalista, ofreciendo un escenario desnudo, que en el primer acto, con solo una casita en el extremo izquierdo, que apenas llega a ocupar el 10 % de todo el espacio escénico. Dicha escenografía, obra del propio Renzo Giacchieri, se vuelve a repetir en el tercer acto, mientras que en el segundo no hay sino unos paneles pintados justo detrás de los cantantes. El vestuario resulta adecuado y también es obra del propio director de escena. Quizá lo más atractivo de la producción es la iluminación de Valerio Alfieri. Estas producciones tan minimalistas necesitan gran imaginación y dirección de actores. En el primer aspecto las cosas ruedan bien, con el uso de figurantes que dan vida a la escena y son bien manejados por el coreógrafo Hal Yamonouchi, quien parece que ha sido realmente el encargado de esta reposición de la ópera en Bilbao. En la vertiente de dirección de actores la cosa ha dejado bastante más que desear, si hacemos excepción de la protagonista de la ópera, que no necesita a estas alturas que la saquen de su conocida interpretación del personaje.

La producción puede gustar más o menos. A mí me ha parecido atractiva en algunos momentos y un tanto tediosa en otros. En conjunto no molesta. El gran problema de la producción es que es un auténtico error traerla al Euskalduna. Esto no es responsabilidad del director de escena, sino de la organización. Es bien sabido que hay pocos teatros de ópera tan escasamente amigables con las voces como el Euskalduna. Pues bien, una producción desnuda y tan abierta como ésta, donde los cantantes se ven obligados a cantar bastante atrás, no hace sino dificultar enormemente que las voces lleguen a la sala. He leído críticas en estos días en las que se acusa a la dirección musical de tapar a los cantantes. No estoy de acuerdo con esas interpretaciones. El problema es que las voces no salían del escenario. Esta producción puede funcionar perfectamente en otro teatro, pero nunca en la caverna del Euskalduna.

La dirección musical estuvo encomendada a Massimo Zanetti, maestro ya conocido en Bilbao y que ha vuelto a demostrar que es un experto en estas lides, en lo que se refiere a controlar y sacar un espectáculo adelante. Aparte de esto, poco más. En general, la versión que nos dedicó Zanetti fue tan aburrida como la que nos dedicara en Nabucco hace casi 3 años. La Orquesta Sinfónica de Euskadi cumplió bien en el foso. El Coro de Ópera de Bilbao ofreció lo mejor en el famoso Coro a boca cerrada, ofrecido, por cierto, de manera muy atractiva por la producción.

Cuando se habla de Madama Butterfly, el aficionado sabe que la clave para el éxito de la ópera radica en la protagonista. Todos los demás personajes pasan a segundo término. ABAO decidió ofrecer como Cio Cio San a la soprano italiana Barbara Frittoli, quien de manera poco convincente, aunque legalmente justificada, canceló, con lo que se le creó un problema de primer orden a ABAO. Para resolverlo acudió a Fiorenza Cedolins, quien justamente había sido la Geisha en la anterior Butterfly en Bilbao en el año 2006.

Fiorenza Cedolins ha sido una de las más importantes sopranos italianas en la primera década de siglo XXI, pero ya hace unos años que vocalmente no es sino una sombra de lo que fue. Hoy ofrece una voz reducida de tamaño y problemática en la parte alta de la tesitura. Poco tienen en común su interpretación actual y la de hace 8 años. Entonces ella estaba en un momento magnífico. Indudablemente, su clase en el fraseo y en la expresividad siguen existiendo, lo que le hizo ser lo más convincente de todo el reparto, pero las lagunas son indudables. La entrada de la jovencita Cio Cio San en escena es un momento clave para juzgar a una soprano, que tiene que culminar su escena con un RE bemol, como efectivamente lo hizo la italiana en el año 2006 y además en piano. En esta ocasión no hubo ni aproximación. Sin duda cantó de manera notable la famosa aria Un bel dí vedremo, pero también aquí puso ella la música a su servicio y no al revés. A mí me produce una gran nostalgia escuchar en estos tiempos a Fiorenza Cedolins, ya que por su edad podría perfectamente estar en un momento glorioso de su carrera, pero las cosas no han rodado como a todos nos habría gustado.

El tenor italiano Piero Pretti fue un Pinkerton de voz atractiva y homogénea, pero poco adecuado para el personaje. Su mayor problema es la falta de expresividad y su monotonía cantando. En belcanto funciona mejor, pero aquí resulta aburrido.

Luis Cansino fue para mí el más perjudicado por la producción. Este barítono tiene una voz amplia y bien timbrada y, sin embargo, resultaba en muchos momentos prácticamente inaudible. Aparte de este problema insalvable, su actuación como Sharpless resultó un tanto modesta.

Gemma Coma Alabert no pasó de cumplir en el personaje de Suzuki. Hace falta algo más que eso.

Mikeldi Atxalandabaso es un auténtico lujo en esos personajes que se mueven entre protagonistas y comprimarios, como es el caso de Goro. Me atrevo a decir que es inmejorable en estos personajes. Bueno será decir que en el primer acto su voz llegaba a sala mejor que la de Piero Pretti.

El resto de personajes no pasaron de la discreción. Josema Díaz fue un sonoro y basto intérprete del Comisario Imperial, doblando como Príncipe Yamadori. Ricardo Seguel no tiene amplitud vocal como para atemorizar a nadie en el personaje del Tío Bonzo. Marta Ubieta estuvo bien la parte de Kate Pinkerton.

El Euskalduna ofrecía una entrada entre el 85 y el 90% de su aforo. El público ofreció una recepción cálida y no entusiasta a los artistas en los saludos finales.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 43 minuto, incluyendo un entreacto. Duración musical de 2 horas y 14 minutos. Cinco minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 214 euros, costando la más barata (¿) 89 euros. Parece un sarcasmo que la portada del programa diga : La ópera de Bilbao al alcance de todos. Señor, señor… José M. Irurzun