Petrenko al Olimpo como director wagneriano
DIE WALKÜRE (R. WAGNER)
Kirill Petrenko al Olimpo de los directores wagnerianos
Nationaltheater de Munich. 28 Febrero 2015.
No me cabe duda de que el principal protagonismo de la Tetralogia wagneriana reside en el director musical y en la orquesta. No se trata de quitar protagonismo a los cantantes o al director de escena, pero, cuando uno se encuentra con un director excepcional, las cosas toman su justa medida.
Anja Kampe y Klaus Florian Vogt
Esto es precisamente lo que ha ocurrido con esta Valquiria, auténtico placer para cualquier aficionado a la música, más allá de las correspondientes prestaciones vocales. Si en el Oro del Rhin Kirill Petrenko tuvo una actuación formidable, los calificativos se quedan todavía cortos ante su dirección de Walküre. Tras estas versiones suyas, no tengo duda de que puede entrar por derecho propio en el gran Olimpo de los directores wagnerianos. Con el mayor respeto para otros directores y sus seguidores, no veo sino a Christian Thielemann capaz de ofrecer una dirección tan profunda y brillante como la de Kirill Petrenko ayer. Todo estuvo en su sitio, no faltando grandes dosis de emoción, especialmente en el Leb Wohl o en el Anuncio de la Muerte de Siegmund, dirigidos con un mimo exquisito. Pocas veces he sido capaz de degustar tantos matices en una dirección orquestal. Sus tiempos han vuelto a ser vivos, nada menos que 27 minutos inferior a la versión de Kent Nagano hace 3 años, Sobre la prestación de la Bayerisches Staatsorchester no puedo decir sino que es hoy en día una de las más grandes orquestas en foso del mundo. La labor de Petrenko con sus músicos es digna de cualquier elogio.
¡Que gran Walküre musicalmente!
El reparto vocal ofrecido por Munich es, al menos, discutible en lo que se refiere a la adecuación de los cantantes a las exigencias de los personajes, aunque el balance final es positivo.
Brünnhilde, la Valquiria que da nombre a la ópera, fue interpretada por Evelyn Herlitzius con su intensidad habitual. Es ésta una cantante que, tomada por partes, resulta al menos discutible, pero la artista siempre acaba convenciendo. La recuerdo con mayor frescura vocal, pero no con mayor intensidad en su interpretación. La prueba de fuego del Hojotojo la pasó brillantemente, como lo hizo también en el anteriormente mencionado Anuncio de la muerte y todo el diálogo final con Wotan,
Thomas Jonhannes Mayer volvió a encarnar a Wotan y la verdad es que su actuación ha sido mejor de lo que yo esperaba. Es un intérprete muy solvente del dios del Walhalla, con una voz más fácil por arriba que en los graves. Hay una cierta monotonía en su canto, quedando mejor en los pasajes dramáticos que en aquellos donde la emoción ha de primar. Me sorprendió su Leb Wohl, en el que hubo más dosis de emoción que lo que yo anticipaba. Tampoco son tanto los posibles Wotan disponibles como para ponernos a hilar muy fino.
Anja Kampe fue una más que notable Sieglinde tanto vocal como escénicamente. Esta artista siempre ha sido de las que se entregan a los personajes, lo que en más de una ocasión la hace ser un tanto descontrolada en su canto. En esta ocasión, sin embargo, las cosas han funcionado francamente bien.
Klaus Florian Vogt volvió a ser Siegmund, como hace tres años (también con Anja Kampe) y su adecuación al personaje es mucho mas discutible. Su voz blanca no casa bien con un héroe como Siegmund y uno no puede sino sentirse incómodo, cuando él comienza a cantar, ya que su timbre está muy alejado de lo que identificamos con Siegmund. Uno se va acostumbrando a su voz y hay que reconocer que donde no hay dudas es en su calidad como cantante e intérprete. Reconociendo su valor como cantante y artista, prefiero un tipo de voz más heroica en el personaje.
Elisabeth Kulman fue una magnífica Fricka, perfectamente a punto vocalmente y sabiendo expresar su enojo con Wotan en la gran escena del segundo acto. Una gran Fricka.
El otro punto de discusión radica en la presencia de Günther Groissböck como Hunding. Este malvado carácter requiere un bajo profundo, tipo Hans-Peter König o Eric Halfvarson, mientras que Groissböck no lo es, sino más bien un bajo barítono. Lo normal es que en una Tetralogía sea el Fafner del Oro del Rhin quien se encargue de Hunding y no Fasolt, que es más lírico. Nada que oponer a su interpretación, sino a su adecuación vocal.
Las Valquirias eran un grupo de cantes adecuado, formado por Susan Foter (Helmwige), Karen Foster (Gerhilde), Anna Gabler (Ortlinde), Heike Grötzinger (Waltraute), Okka von der Demerau (Grimgerde), Roswita C. Müller (Siegrune), Alexandra Petersamer (Rossweisse) y Nadine Weismann (Schwertleite).
En cuanto a la producción, estamos ante una nueva reposición de la conocida de Andreas Kriegenburg, bastante menos interesante que la de Oro del Rhin.
Seguimos con una escenografía única, con las tres grandes paredes de madera, cerradas por un techo del mismo material, que se abren, cierran, suben y bajan en las distintas escenas. Esta escenografía (Harald B. Thor) se complementa en el primer acto con un gran fresno – con cadáveres en sus ramas – y una gran mesa por delante, además de otras de embalsamamientos por detrás. En la primera escena del segundo acto estamos en una gran sala, en la que Wotan parece un ejecutivo exitoso, rodeados de sirvientes, que a veces son usados también para que pueda descansar sus divinas posaderas. La escena de la muerte de Siegmund tiene lugar en un escenario lleno de cadáveres, mientras que en el último acto estamos en un gran espacio vacío, al que se añade al final una mesa elevada para colocar a Brünnhilde, rodeada de un cable ígneo. Por si no fuera suficiente para amedrentar a Sigfrido, las paredes sirven de pantallas para imágenes de llamas. El vestuario (Andrea Schraad) sigue la tónica de la jornada anterior y resulta adecuado, manteniendo las pelucas rubio-platino para todos los habitantes del Walhala. Buena la iluminación de Stefan Bolliger.
La idea de Kriegenburg parece ser la de ofrecer una sociedad en la que la violencia impera por doquier, pero la cosa no acaba de funcionar. En la vivienda de Hunding está Sieglinde con unas 20 sirvientas, de las cuales 12 se dedican a poner una mesa y pasarse un vaso de agua unas a otras, cuando Siegmund pide de beber, mientras que las restantes están al fondo embalsamando cadáveres. El continuo movimiento de las sirvientas no hace sino perturbar el desarrollo musical, ya que en este acto lo importante son los tres protagonistas y todo lo demás no sirve sino para despistar. Habrá que agradecer a Kriegenburg que el movimiento se paró durante el maravilloso dúo de la entrada de la primavera. Otros tantos sirvientes – estos masculinos –aparecen en el segundo acto, que tampoco aportan mucho, salvo para hacer de sillas y no recoger nunca los cristales que sus jefes esparcen por el suelo, cuando se cabrean y rompen vasos. El arranque del tercer acto acabó por enfadar al respetable. Unas cuantas figurantes femeninas forman un grupo de bailarines tipo claqué, en alusión a los supuestos caballos en los que las Walkyrias harán su célebre cabalgada. Antes de iniciar esta música el grupo nos deleita con 5 minutos de “zapateado”, que se acompañan de abucheos del público a partir del minutos 3. Al Fuego Mágico le faltó la espectacularidad.
Nuevamente se colgó el cartel de No Hay Billetes. El público mostró su entusiasmo, ovacionando y braveando a los cantantes, así como a Kirill Petrenko y su orquesta.
La represtación comenzó con 5 minutos de retraso, cosa habitual en Munich. La duración total fue de 5 horas y 3 minutos, con dos largos intermedios. Duración musical de 3 horas y 31 minutos. Nueve minuto de ovaciones, que son más de lo que parecen, ya que únicamente quedaron para el final Sieglinde, Wotan y Brünnhilde.
El precio de la localidad más cara era de 163 euros, habiendo butacas de platea por 92 euros. La entrada mas barata sentado era de 40 euros. José M. Irurzun
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