Ofrenda Musical: Padre e hijo
PADRE E HIJO
Acabamos de escuchar en Madrid una Pasión según san Juan de Bach (véase reseña en Beckmesser, de Arturo Reverter), cuando a la vuelta del fin semana, y cerquita, vamos a tener la ocasión de disfrutar de otra de las grandes obras de Johann Sebastian, aun bastante alejada del espíritu de la anterior. Se trata de Ofrenda musical, música no para la iglesia, pero cuyo espíritu cortesano inicial queda enterrado por su imponente carga abstracta y su vocación de irrepetible ejercicio sonoro. Como le sucedía frecuentemente a Bach, la obra rebasó rápidamente los propósitos iniciales bajo los que nació. ¿Cuáles eran estos?
Carl Philip Emanuel, hijo mayor del maestro, trabajaba en la corte de Federico el Grande. Su padre fue a visitarle a Postdam, lugar en la que se encontraba la casa real. En ese palacio de Sanssouci (celebrado hoy por la horda turística berlinesa) El maestro se encontró con el rey y –se dice- este le regaló un tema para que trabajara sobre él y construyera una obra. Federico era un buen flautista, pero probablemente no un músico preparado para poder tocar la partitura que le esperaba. Bach, muy interesado por los recursos de un nuevo instrumento fabricado por el constructor Gottfried Silbermann, no otro que el fortepiano, se tomó en serio el asunto y, a la vuelta a casa, fabricó una desbordante obra. Para Federico y para cualquiera, pues junto con su inacabada El arte de la fuga, constituye el más importante tratado contrapuntístico de su tiempo; amén, como siempre sucede en Bach, de una música de suprema belleza, inspiración y honda capacidad para invitar a la reflexión. Tardó dos semanas en escribirla, y la publicó con la leyenda “Regis Iussu cantío Et Reliquia Canonica Arte Resoluta” , referida al tema recibido por parte del monarca, cuyas iniciales conforman la palabra “Ricercar” , o sea, para Bach, fuga, o lo que es lo mismo, la fórmula más especulativa que nunca tuvo el arte de hacer música. Ricercar significa buscar.
Bach escribió dos ricercares (a seis y tres voces), diez cánones y una sonata en trío en cuatro movimientos. Esta última fue instrumentada para flauta, violín y bajo continuo. Pero las fugas carecen de instrumentación, y por ello hoy se tocan con diversas plantillas de cámara o solistas de teclado. Pero lo más curioso es que dentro de la absoluta parquedad en las indicaciones, Bach solo escribe frases enigmáticas que debe “comprender” el intérprete en su búsqueda del concepto musical. En otras palabras, Bach invitaba al intérprete ni más ni menos que a eso, a interpretar dando los menos datos posibles. ¿Se puede ser más moderno?
La obra podrá ser escuchada este sábado en El Escorial, dentro del Festival de Semana Santa, que está teniendo lugar en al Auditorio del municipio madrileño. Sus intérpretes serán los que integran el grupo La Tempestad, que añadirán a la Ofrenda musical una sonata en trío de Carl Philipp Emanuel, la Wq. 143 c. La idea de buscar la relación entre padre e hijo tiene aquí todo el sentido del mundo. Y aprovecho para recordar que Carlos Felipe supone uno de los casos más desastrosos de inexistencia para la historia de la música, siendo un absoluto genio; habiendo dejado una maravillosa obra concertante, de cámara, para tecla y vocal. El problema, se lo pueden imaginar: haber sido hijo de su padre. Pedro González Mira
BACH: Ofrenda musical. C-P.E. BACH: Sonata en trío. La Tempestad. Auditorio de El Escorial. Sábado 4, 20.00. 14 €.
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