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MAHLER BALSÁMICO
Por Publicado el: 17/04/2015Categorías: Recomendación

La Traviata: Pedagogía operística

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La Taviata: Pedagogía operística

 

Esta semana la ópera es la protagonista en Madrid. Sus dos recintos musicales emblemáticos, el Teatro Real y el Auditorio Nacional como sede oficial de las actividades del Centro Nacional de Difusión Musical, abren sus puertas al género, aunque de manera bies distinta, por supuesto habida cuenta de los objetivos que marcan las naturalezas de ambas casas. En el Real se va a ver y escuchar La traviata, de Giuseppe Verdi; en el auditorio se escuchará una ópera de Vivaldi. Es decir, al aficionado madrileño se le presenta en un par de tacadas la posibilidad de reflexionar acerca de la evolución del género operístico entre los siglos XVIII y XIX; ópera barroca y ópera romántica, en obras de dos de los grandes de sus tiempos respectivos.

       Los dos planteamientos son de extrema coherencia. El Centro propone la audición de una ópera importante en su época, sin duda tocada por la vara de la genialidad del inmenso Vivaldi (el lector inquieto puede comprobarlo en la selección discográfica que de la obra hizo para el sello Naïve Jean-Christophe Spinosi en 2008, aproximadamente un tercio del total), pero solo en versión de concierto. Lógico. Si hubiera dinero, mucho dinero, se podría montar una pieza como  esta,  pero aun así quizá el esfuerzo no estaría del todo justificado, pues todo lo bueno que tienen este tipo de óperas en el aspecto musical y canoro suele ir acompañado de una narrativa teatral tediosa solo traducible a aspectos visuales dinámicos y coherentes a basa de chequera. La fida ninfa es una ópera de algo más de tres horas, pero que nadie se asuste: va a estar muy bien servida en su interpretación, lo que da todavía más coherencia al proyecto. Andrea Marcon y su grupo barroco, La Cetra, son los encargados de dar respuesta al reto, que contará con un grupo de cantantes especializados. La obra requiere ocho, dos sopranos, dos contraltos, un tenor, un contratenor, un tenor, un barítono y un bajo. Así que mi recomendación se basa en los siguientes pilares: buenísima música de Vivaldi a conocer (naturalmente se interpreta en la versión completa) y buenísimos intérpretes para hacerla realidad. No se puede pedir más. Eso sucederá el domingo 19. Pero al día siguiente tendremos una Traviata en el Real. El contraste es espectacular.

       Hay opiniones para todos los gustos, y de todo y para todo, pero cuando atienden a intereses personales, que algunas veces incluso rozan las fobias, todos estamos obligados a desecharlas; a ser beligerantes con ellas. Y hubo una corriente en los últimos tiempos de Mortier en el Real que a mí siempre me pareció especialmente deleznable: un ´moderno´ debe de olvidarse de programar las obras clásicas, por manidas y escuchadas hasta la extenuación, aunque las cosas nuevas sean auténticos rollos. Naturalmente este es un argumento perverso, que además adquiere su apogeo cuando para apoyarlo se hace uso de títulos indiscutiblemente maestros. Sucedió como con la ´casera´ para hablar de la gaseosa: menos ´traviatas´ y más…      ¡Pero qué barbaridad! Viva la creación moderna, los encargos, la ópera nueva… pero viva también La traviata (¡y Fidelio, que todo se andará!), y otras muchas como estas. Afortunadamente, parece que uno de los objetivos de Matabosch a la hora de programar es salir de estas guerras absurdas, y dar un poco de todo. Veremos.

       En todo caso, programar una Traviata implica muchos más riesgos que dar la ´modernez´ de turno. En este sentido he decir que el planteamiento esta vez es de una gran coherencia. Los aficionados a la ópera de siempre (y Matabosch lo es ante todo y sobre todo) sabemos que esta es una obra poco menos que incantable para la protagonista. Pero los aficionados de siempre también estamos obligados a evolucionar un poquito y tratar de ver las cosas de otra manera. No; no vamos a tener a la Caballé o a la Callas haciendo la Violetta. Pero es que ni falta que hace. Una Traviata hoy debe de ser valorada (al menos también) por otras cosas. Por ejemplo, por el propio planteamiento de la evolución del personaje en función del medio en que vive; o por el del propio medio, a lo mejor bastante desfigurado por los vicios de los montajes sucesivos. Y lo mismo diría de los otros personajes. La cuestión es que con Verdi vale todo o nada, según se mire. Podemos contar con una gran voz, pero con una cantante que a pesar de dar perfectamente las notas no se entere de lo que es el personaje, de sus males internos, de su circunstancia, de su  tragedia personal al acariciar la muerte, etc. O a un tenor de maravilloso timbre, excelsa línea vocal, etc., pero que como hombre sea una cosita; o a un barítono que cante muy bien las miserias de su hijo, pero que sea incapaz de expresar al mismo tiempo el dolor de las suyas propias, sin duda socialmente mucho más míseras. Etc., etc. O sea, es hora de reclamar a Verdi, aunque algunos de los medios para hacerlo sean precarios; es absolutamente necesario que un teatro como el Real se plantee eso, mostrar Verdi al público, al gran público. Por eso, me parece que con esta Traviata se van a hacer cosas muy buenas. Por ejemplo, para empezar, dar muchas funciones, 16 en total. Por ejemplo, ofrecerla en directo en algunos lugares de la ciudad. Por ejemplo, retransmitiendo con otros teatros, ayuntamientos o universidades de España. Por ejemplo, cediendo la plataforma www.palcodigital.com para llevarla a la gente en directo y gratis. Etc. Ni me voy a molestar (al contrario de lo que hice antes con la ópera de Vivaldi) en ponerme a hablar de los intérpretes. Insisto que el asunto fundamental es Verdi. Para mí, Verdi es la única razón de auténtico peso para escuchar hoy a Verdi. Lo de los cantantes y directores de orquesta es al respecto tan peliagudo que mejor ni tocarlo. Porque haberlos, haylos, pero contar con ellos es bien difícil.  Pedro González Mira

VIVALDI: La fida ninfa. María Espada, Roberta Invernizzi, Romina Basso, Franziska Gottwald, Topi Lehtipuu, Carlos Mena, Ismael Arróniz, Luca Tittoto. La Cetra Barockorcehster Basel/Andrea Marcon. Domingo, 18.00. Entre 15 y 40 €.

VERDI: La traviata. Ermonela Jaho/ Irina Lungu/Venera Gimadieva, Francesco Demuro/Antonio Gandía/Teodor Ilincäi, Juan Jesús Rodríguez/Ángel Ódena/Leo Nucci   Coro y Orquesta del Teatro Real/Renato Palumbo. Director de escena: David McVicar. 20, 21 y 23 de abril, 20.00. Entre 10 y 381 €. (día 20); entre 10 y 213 €. (días 21 y 23). Resto de funciones: días24, 25 , 26, 28,29 y 30 de abril; 2, 3,5, 6, 7, 8 y 9 de mayo.

 

2 Comments

  1. Victoria Solana Díez 27/04/2015 a las 12:17 - Responder

    Cuando mi hija mayor era pequeña siempre me decía que quería ir a la opera con nosotros (sus padres) a lo que le respondíamos que cuando tuviera 12 años. Hace unos meses cuando le pregunté que qué quería por su duodécimo cumpleaños me dijo que una entrada para la ópera. Cuándo le dije que si quería escucharla antes de ir me dijo que no, que quería que fuera algo totalmente nuevo. Ayer fuímos al Real a ver La Traviata, durante la representación mi hija me agarraba la mano totalmente emocionada y salió del Teatro diciendo que le había encantado y tarareando Addio del passato. ¿Le hubiera pasado lo mismo con las operas que solía programar Mortier, que en paz descanse? Me temo que no. Hay que pensar que hay gente que está llegando por primera a la ópera y Verdi es un genial comienzo.

    • SpR 27/04/2015 a las 17:24 - Responder

      ¡QUÉ RAZÓN TIENE USTED, VICTORIA! Así es como nace la afición.

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