LA GRAN ARGERICH
LA GRAN ARGERICH
Un concierto con la Argerich siempre es noticia. Y de alguna manera objeto de culto, pues se trata sin ningún género de dudas de una vaca sagrada del piano. Bajo su arrolladora personalidad hemos mamado muchos las mejores enseñanzas para un correcto adiestramiento de nuestro oído (crítico) pianístico. Así, son de difícil olvido sus versiones schumannianas o del más interesante Ravel, por no hablar de las muchas ocasiones en que la argentina retozó bajo los pentagramas de Chopin (¡ cómo acompañó a Rostropovich en la Sonata para chelo!) . Por citar recuerdos agradables, que no todos, pues ya se sabe que personalidades tan fuertes tienen también sus momentos aciagos, seguramente por eso mismo, por el exceso de ´opinión´ cuando se quiere decir demasiadas cosas diferentes a lo que se suele escuchar. Hay en el pianismo de Argerich (y lo digo en presente, salvando la tentación de referirme al pasado propio de un pianista que ya ha sobrepasado la barrera de los 70) una muy atractiva mezcla de sensibilidad y fuerza, que casi siempre queda amalgamada bajo criterios bien armados. Solo no me ha gustado Argerich cuando se ha movido únicamente e uno de esos dos planos en exclusiva, es decir, y por decirlo gráficamente, el de lo femenino y lo masculino; siempre vi en ella esa doble vertiente, que a veces me proporcionó grandes afectos y otras rechazo. La última vez que la he escuchado (desgraciadamente no en vivo sino en las grabaciones de sus conciertos en Buenos Aires, Londres o Berlín, no todas comercializadas) ha sido con su amigo Barenboim, con quien ha picado de diversos repertorios clásicos (un Mozart, por ejemplo, muy poco parecido al que se puede reconocer como suyo), pero deja una versión absolutamente única de La consagración de la primavera. En fin, hablamos de un mito, que esta semana podremos escuchar en Madrid. Una cosa: por favor, Martha, prepara un par de propinas; no es que ´desconfíe´ de Shostakovich, pero es que ya me gustaría volver a paladear tu Prokofiev, tu Bach o tu Ravel.
Bien, es noticia este concierto, pero no solo por la pianista de Buenos Aires, sino porque la orquesta invitada es una agrupación de la que merece la pena ocuparse. Se trata de una agrupación joven, creada bajo el paraguas de Josep Maria Prat, creador a su vez de Ibercàmera, hermana mayor de La Filarmónica. Se llama Orquesta Da Camera, nombre no casual, pues rememora a la famosa Associscó Música Da Camera, creada en 1913 por Enrique Granados, y que este y el violonchelista y director de orquesta Pau Casals dirigieron hasta su disolución en el infausto año de 1936. El conjunto está formado por músicos de los cuartetos Casals, Quiroga y Gerhard, y atriles que trabajan en la Orquesta del Festival de Lucerna, la Mahler Chamber Orchestra, la Filarmónica de Berlín o Les arts Florissants, entre otras orquestas. Se trata, pues, de un proyecto que pretende acumular excelencia, a base de sumar, aunque, eso sí, con mucha más ilusión que medios. La idea es funcionar como orquesta de cámara sin director (¿recuerdan ustedes aquella maravilla llamada Orpheus Chamber Orchestra, por ejemplo? ), con un concertino acreditado. Son unos 25 músicos seleccionados por el viola del Cuarteto Casals, que, al menos teóricamente, constituyen una importante acumulación de talento, añadido al hecho (crucial) de ser jóvenes: como dice nuestro amigo Aijón, la orquesta que mejor toca no es la mejor orquesta sino la más joven. Para su presentación en Madrid, estos ´chicos´ han escogido la Cuarta de Beethoven, que tocarán tras el Concierto en La menor BWV 1041 de Bach y el Primero para piano de Shostakovich. Ahí es nada. Pedro González Mira
Martha Argerich, piano; Mireia Farrés, trompeta. Orquesta Da Camera. Concertino-director: Alexander Janiczek. Obras de Bach, Shostakovich y Beethoven. Martes 5, 19.30. Entre 26 y 83 €.
Últimos comentarios