ORCAM: Esquiva poesía
ESQUIVA POESÍA
Padilla: “Norga”. Rautavaara: “Balada”. Schumann: “Concierto para piano”. Gerardo López, tenor. Ivo Pogorelich, piano. Orquesta y Coro de la Comunidad. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional. 11-5-2015.
La obra de Einojuhani Rautavaara (1928) era un encargo de la Orquesta y de la Fundación BBVA. Se trata de una suerte de comentario al mundo de García Lorca, aquí representado por una selección de fragmentos de poemas ordenados irregularmente. El estilo del compositor finés es ascético, austero, la escritura, que sigue en ocasiones un recitativo melódico o un “parlato” expresivo, se acoge, y aquí da prueba de ello, a un neorromanticismo de señalada ambigüedad tonal. Tras un prometedor inicio, “tranquillo”, protagonizado por una lejana trompa y un murmullo de cuerdas, con suave coro masculino, asistimos a un moroso discurrir con pasajeros fogonazos tímbricos y llamadas corales. Todo es más bien monótono, gris y poco expresivo del turbulento mundo lorquiano. No parece haber ni una sola referencia a lo popular. El coro cantó bien, llevado de la mano por Víctor Pablo Pérez. Sutil cierre orquestal, con acorde en resonancia y un discreto golpe de gong. Gerardo López, tenor solista, expresó con intención y exhibió una voz muy ligera, esforzada y abierta en el agudo.
Se estrenaron también “Tres fragmentos sinfónicos” (“Norga”) de José Padilla (1889-1960), el autor de canciones tan famosas como “La Violetera” o “El Relicario”. Música menor, melódica, de esbelto trazo, brillante y grata. Aunque, claro, el atractivo fundamental de la noche era para muchos la actuación, en el “Concierto” de Schumann, de Pogorelich, magnífico instrumentista dotado de una técnica soberana; y a veces, como en este caso, caprichoso: alternó, sin razón aparente, pasajes de extrema lentitud con momentos vertiginosos. Peligrosas oscilaciones que contribuyeron, por ejemplo, a que durante la exposición del segundo tema del primer movimiento se produjera un ostensible desencuentro con el “tutti”. El pianista puso de manifiesto su muy pulcra digitación en arrebatados y crispados acordes, en las constantes evoluciones del teclado, nervioso y puntillista en un desbocado Allegro vivace final. Tocó con partitura. El Schumann más lírico y poético estuvo ausente. Arturo Reverter
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