Ibermúsica: Refinamiento y vigor
REFINAMIENTO Y VIGOR
Beethoven: “Obertura Prometeo”. Prokofiev: “Concierto para violín nº 2”. Dvorák: “Sinfonía nº 7”. Baiba Skride, violín. Sinfónica de la Ciudad de Birmingham. Director: Andris Nelsons. Auditorio Nacional, 27-5-2015. Ibermúsica, serie Arriaga.
Pocas carreras tan vertiginosas como la de este letón nacido en Riga en 1978, nombrado recientemente itular de la Sinfónica de Boston, aunque continúe al frente de la City of Birmingham, con la que de nuevo nos visita. Posee un temperamento desbordante, criterio musical y soltura en la tarima, sobre la que se mueve de un lado a otro, se agacha y pasea en un despliegue de agotador ejercicio físico. La batuta es variada y se agita en todos los planos.
La sesión que se comenta estuvo dominada por una depurada y bien dibujada versión del “Concierto para violín nº 2 en sol menor” de Prokofiev, que tuvo como solista a la también letona Baiba Skride (1981), de sonido refinado y muelle, ya que no voluminoso, extraído del Stradivarius “Ex Baron Feilitzsch”, Hubo instantes de mucha altura: repetición por la solista del tema lírico en la reexposición del primer movimiento, intensidad de las dobles cuerdas en el cierre, canto sobre arpegios de extrema serenidad y elocuente fraseo en el aire fúnebre del Andante assai. Estuvo arropada por un exquisito acompañamiento, en el que se prodigaron pianísimos bien regulados.
Una ágil, no del todo clarificada en los “tutti”, obertura de “Las criaturas de Prometeo” de Beethoven, abrió la sesión, cerrada con una exultante recreación de la “Sinfonía en re menor” de Dvorák. El director mostró habilidad en el manejo de las texturas durante los diálogos instrumentales y construyó un Allegro maestoso lleno de vida, apasionado y vigoroso, un tanto confuso en la coda. Las trompas cantaron hermosamente en el Adagio, en donde se abrieron vetas de gran dramatismo. El Scherzo desplegó, algo atropelladamente, una energía muy sana, contrastada por el espontáneo lirismo del trío. Nelsons, no sin cierta ampulosidad, nos ofreció lo mejor de sí mismo, apoyado en una buena orquesta, compacta y afinada –de sonoridad menos rica y tersa que la de otras formaciones británicas-, a lo largo del Allegro final, en el que el gran tema base fue expuesto con firmeza y magnífica acentuación. Arturo Reverter
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