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Por Publicado el: 30/06/2015Categorías: Crítica

Goerne pasea con la muerte

XXI Ciclo de lied

Goerne pasea con la muerte

Obras de Berg, Schubert, Brahms, Wolf y Shostakovich. Matthias Goerne, barítono y Alexander Schmalcz, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 29 de junio

Goerne

Ya a final de temporada musical, el Teatro de la Zarzuela resiste con la recuperación hace unos días del recital de María José Montiel, aplazado desde diciembre, y el colofón de Matthias Goerne con un programa francamente interesante, muy trabajado, aunque pudiera pecar de cierta uniformidad dada la temática centrada en la muerte y el lenguaje musical al que ella obliga.

Empezó su paseo por la muerte con los “Cuatro lieder” Op.2 de Alban Berg: “¡Dormir, dormir, nada más que dormir! Eran las palabras iniciales de cuatro textos que concluían con “Uno muere, mientras el otro vive: eso hace del mundo un lugar tan profundamente hermoso”. Muchas veces el mundo no es tan hermoso, pero la hora larga que Goerne ofreció sin descanso sí que estuvo llena de belleza. Son sus armas más potentes la concentración, la matización en cada palabra, el manejo de las dinámicas, la capacidad para adelgazar la voz o para cambiar el color de los registros, que a veces parecen de bajo y a veces de tenor. Y la madurez se nota. ¡Qué diferencia entre los “Cuatro cantos serios que ofreció en 2003 y los que siguieron en el actual programa! Por eso hoy importa menos su tendencia a engolar, su peculiar registro agudo pródigo en falsete o su ocasional amaneramiento en el decir, también gesticular. Los lied de Hugo Wolf no son fáciles, ni de cantar ni de escuchar, pero Goerne nos recuerda en ellos a Fischer Dieskau y Schwarzkopf, sus maestros. Un breve recuerdo a Schubert, que no podía faltar, para acabar con la “Suite sobre versos de Mivhelangelo Buonarroti” de Shostakovich, un paseo en sí misma por la vida completa del hombre y una forma de lograr un contraste estilístico final. Estuvo bien acompañado por Alexander Schmalcz y no tan bien por el pasapáginas. El público, entregado, pudo disfrutar del calor de la buena música bien interpretada huyendo del infierno fuera del teatro. Gonzalo Alonso

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