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Por Publicado el: 03/10/2015Categorías: Crítica

Boheme en Valencia: excelente iniciativa

LA BOHÈME (G. PUCCINI) Palau de Les Artsde Valencia. 2 Octubr 2015.

Se inicia la nueva temporada de ópera en Valencia y de forma poco habitual, pero interesante, y muy bien acogida por el público. El título inaugural ha sido La Bohème en la producción del intendente del teatro, Davide Livermore, que ya pudimos ver hace 3 años en una inolvidable representación, que tuvo en Riccardo Chailly un director verdaderamente excepcional. Ahora se repone con cantantes jóvenes y en gran parte desconocidos y con precios reducidos. Hay que decir que el éxito ha acompañado a la decisión de la dirección del teatro, ya que la sala estaba completamente llena y la importante presencia de gente joven llamaba poderosamente la atención. Davide Livermore ha conseguido traer al Palau de les Arts a gentes poco habituales en este teatro y eso es una buen noticia, ya que no deja de ser prometedor para el futuro. Pude comprobar cómo los porteros de acceso al teatro hacían a la vez de cicerones, ya que eran muy numerosos los espectadores a lo que señalaban por dónde tenían que acceder a sus localidades. Así pues, comienza con buen pie la andadura de la nueva temporada, que, por otro lado, se ha saldado con una buena representación, donde hemos podido escuchar voces prometedoras.

boheme arts 1                                                                                   Escena

Se repone, pues, la producción de Davide Livermore, quien se encarga también de la escenografía y la iluminación, mientras que el vestuario es un reciclaje del propio Palau de Les Arts. Davide Livermore ofrece la ópera como una especie de homenaje a la pintura del siglo XIX, con abundancia de proyecciones de cuadros impresionistas, no faltando también algunas obras de Van Gogh, La presencia de la pintura no parece tener otro motivo que el hecho de que Marcello es pintor en la ópera. La escenografía está muy basada en las proyecciones, utilizando las paredes, fundamentalmente la de la izquierda del espectador para las mencionadas proyecciones. En el primer acto llegan a resultar un tanto molestas, no por falta de calidad, sino por el hecho de que los numerosos cambios de proyecciones llegan a distraer de la acción y la música en escena. Mucho mejor resulta el tercer acto, con un paisaje nevado de gran belleza. El segundo acto nos ofrece un cuadro impresionista del París del XIX, en el que destaca el rápido cambio de escena que tiene lugar a base de juego de luces.

La dirección de escena resulta bastante tradicional y, únicamente, me resulta muy poco convincente el aire bufo que da al acto del Café Momus, en el que el movimiento permanente de unos camareros, que no paran de hacer acrobacias, también acaba por distraer. El homenaje a la pintura se extiende también a la escena, con la presencia de las bailarinas de Degaz. En resumen, es una producción atractiva, tradicional, a la que le sobran proyecciones en bastante s ocasiones.

Al frente de la dirección musical estaba Manuel Coves, a quien no había tenido ocasión de ver dirigir anteriormente. Comprendo que es un terrible hándicap luchar con el recuerdo de la excepcional dirección de Riccardo Chailly hace 3 años, pero la impresión que me deja Manuel Coves es francamente positiva. Su dirección fue muy cuidadosa y atenta al escenario y al foso, apoyando a los cantantes y sin problemas de coordinación. Sus tiempos fueron bastante vivos, sin languidecer en ningún momento. La Orquesta de la Comunitat Valenciana ofreció una buena prestación, especialmente en la segunda parte de la ópera, aunque no haya sido una de sus noches excepcionales. A excelente nivel, como de costumbre, el Coro de la Generalitat Valenciana. Bien también la Escolanía de la Mare de Deu dels Desamparats, compuesta nada menos que por 30 niños y no tan niños.

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                                                                                    Angel Blue y Giordano Lucà

El reparto vocal estaba formado por cantantes jóvenes, varios de los cuales pertenecen al Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. El resultado ha sido bueno en su conjunto. Lo más destacado del reparto era la Mimí de la soprano Angel Blue, quien ya había cantado aquí Micaela hace 5 años. Su presencia suele ser bastante habitual en teatros importantes, habiendo cantado este mismo verano en La Scala la parte de Musetta. La voz brilla especialmente en la parte alta y, efectivamente, me parece que resultaría más adecuada para Musetta que para Mimí, ya que resulta un poco ligera para el personaje, especialmente en la parte baja de la tesitura. En cualquier caso fue una Mimí bien cantada y actuada, llegando a emocionar en el último acto.

El tenor italiano Giordano Lucà dio vida a Rodolfo, como lo hizo el año pasado en La Bohème de San Sebastián. Le he encontrado mejorado, especialmente en su punto más débil entonces, que era el de la expresividad. La voz tiene atractivo y homogeneidad y está bien manejada. Es un poco ligero para el personaje, pero puede tener cierto recorrido, teniendo en cuenta la mejoría que ha mostrado en un año.

El barítono mejicano Germán Olvera fue un Marcello desenvuelto, con una voz bastante ligera, aunque de timbre atractivo. La soprano Lina Mendes dio vida a Musetta, con una voz muy ligera y algo descontrolada por arriba. Cumplió bien. Me llamó la atención la presencia en este reparto del bajo Felipe Bou, que hizo un Colline de poco interés, escaso de calidad. Finalmente, Schaunard fue interpretado por Aldo Heo, muy desenvuelto en escena, pero con problemas  para llegar su voz a la sala en el primer acto, mejorando bastante en el último.

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El Palau de Les Arts estaba completamente lleno y el público mostró su satisfacción con el espectáculo durante y al final de la representación, siendo los mayores aplausos para Angel Blue. La representación comenzó con 6 minutos de retraso (en esto el Palau no cambia) y tuvo una duración de 2 horas y 31 minutos, incluyendo un intermedio y dos breves paradas entre actos. Duración musical de 1 hora y 46 minutos. Seis minutos de aplausos. El precio de la localidad más cara era de 50 euros, habiendo butacas de platea al precio de 40 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 20 euros. Así da gusto.  José M. Irurzun

Fotos: Tato Baeza

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