En memoria de Birgit Nilsson
BIRGIT NILSSON IN MEMORIAM
Ha muerto Birgit Nilsson, la que fuera la más grande soprano wagneriana de la postguerra. Su fallecimiento acaeció a primeros de año, pero la noticia fue ocultada hasta el día de su entierro, el once de enero, en el cementerio de Vaestra Karup, al sur de Suecia, su ciudad natal. Tenía 87 años y todavía se la veía de cuando en cuando en algún concurso de canto. Su última aparición pública como protagonista tuvo lugar en 1993, cuando la Ópera de Viena le rindió un homenaje al cumplir 75 años.
Había nacido el 17 de mayo de 1918, debutando en Estocolmo en 1947 en el papel de Agatha de “Freischütz” de Weber. Su carrera internacional surgió tras su debú en el Festival de Glyndebourne de 1951. El nombre de Birgit Niisson se halla unido al del “nuevo Bayreuth”, el Bayreuth de Wieland Wagner, Wolfgang Windgassen, tantas veces su Tristan, o Karl Böhm. Allí, desde 1954, encarnó todos los grandes papeles wagnerianos, que también abordó en los principales teatros del mundo. Nilsson poseyó una de las voces más fantásticas que haya dado la naturaleza, con un volumen único, un brillo metal inigualable, unos agudos espectaculares y un centro poderosísimo. Brunhilda, Elsa, Elektra, o Salomé fueron personajes que quedaron huérfanos tras su retirada de los escenarios. También triunfó en el repertorio dramático italiano, en personajes como los de Lady Macbeth, sus singulares Aida o Tosca y, sobre todo, Turandot. Ella solía comentar entre risas que Brunhilda le había hecho famosa, pero Turandot le había hecho rica. Tampoco hay que olvidar sus incursiones mozartianas como Doña Ana.
Se retiró de la escena en 1982 para dedicarse solamente a recitales, para abandonar completamente la actividad en 1985. Nos ha dejado un buen manojo de grabaciones de estudio de referencia, como la “Tetralogía”, la “Salomé” o la “Elektra” con Solti y otras muchas grabadas en directo. Su “Tristán e Isolda” con Böhm marcó otro hito, así como sendos “Turandot” con Molinari Pradelli y Leinsdorf.
Algunas de sus últimas actuaciones tuvieron lugar en España, concretamente en el Festival de Canarias y en Barcelona, donde ofreció conciertos tardíos. En la ciudad catalana participó en una “Walkiria” en versión de concierto de las que hicieron historia, con Montserrat Caballé como Siglinda. Es ese uno de mis recuerdos personales imborrables: el momento en que Brunhilda se levantó de su silla para entonar el célebre canto guerrero. Jamás había escuchado una potencia similar. La conocí bastantes años más tarde como jurado de una de las primeras ediciones de Operalia, en Viena, en la que triunfó José Cura. Entonces una mujer muy peculiar, con aspecto de travesti y un gran sentido del humor. El mismo humor con el que, casi fuera de programa, entonó melodías de Broadway en la clausura de la gala del centenario del Metropolitan.
Con ella desaparece toda una era wagneriana, como con Tebaldi desapareció la verdiana. Que su voz deslumbre en el campo de los héroes muertos en combate. Gonzalo ALONSO
Últimos comentarios