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Por Publicado el: 12/02/2006Categorías: En la prensa

¿A DÓNDE VA EL MAESTRANZA?

¿A DÓNDE VA EL MAESTRANZA?
DIARIO DE SEVILLA, 12-02-06

LA SONNAMBULA. A. Chierichetti, D. Korchak, C. Cigni, S. Pastrana, D. Pinti. R. Paternostro, dir. mus. P. Mailler, dir. esc.

Parece mentira, pero hace tan sólo dos años (¡y nos parecen tantos!) nos recreábamos y nos regocijábamos con el alto nivel de calidad que habían alcanzado los espectáculos líricos del Maestranza, entonces sí que instalado en un escalón internacional. No hay más que recordar el desfile de espléndidas voces que cuajaron veladas inolvidables y que hoy día no sirven sino para alimentar la nostalgia. Siguen sin estar del todo reconocidas las verdaderas razones (no las que se publicitaron en su momento) para aquel golpe de mano que tantos cambios trajo al Maestranza (y de rebote a la Sinfónica), pero lo que está claro, a la vista de la pendiente por la que se precipita la presente temporada lírica, es que todos (bueno, algunos no) salimos perdiendo con la revolución que nos impusieron el delegado municipal de Cultura y el ex-director general de Fomento Cultural de la Junta.

La producción estrenada anoche no hizo sino confirmar los peores temores aventurados desde que hace semanas se fuera conociendo la cadena de cancelaciones y de contrataciones de última hora. Para empezar, no entiendo la necesidad de aventurarse a producir La Sonnambula, cuando lo esperable de un teatro sevillano hubiese sido atreverse con Don Giovanni, La Forza, Carmen, La favorita u otros títulos de ambientación hispalense. Al menos ha debido salir barata (como dirían en El Dúo de la Africana), porque el montaje se caracteriza por el minimalismo escenográfico: salvo unas omnipresentes e incomprensibles ovejas, una enorme bola con una cama dentro, algunas cajas y una chaise-longue, el escenario estaba vacío la mayor parte del tiempo, sumido en tonos grises y una iluminación blanca monótona y sin más interés. Vacío también de ideas. Mailler parece ignorar lo que dijo en 1971 H. Weinstock en su referencial estudio de la música de Bellini, cuando afirmaba que, si se quiere sortear lo absurdo y lo risible de algunas situaciones de esta ópera, el director de escena tiene que demostrar que “cree en lo que está sucediendo”. No parecía ocurrir esto, porque salvo los movimientos del coro, bien resueltos y articulados (aunque a veces, como en el Prendi, pudieran distraer de lo fundamental), la concepción escénica parecía ir por una senda distinta a la del argumento y a la de la música, con detalles chocantes como ese dúo delicado del primer acto cantado mientras Amina plancha una camisa, el pesado humo del segundo acto y la explosión psicotrópica de color del final, tras una escena y un vestuario marcado por los blancos, negros y grises.

En lo musical, sabido es que esta ópera se sustenta esencialmente sobre las voces y sobre una dirección que conozca el estilo. No fue éste el caso, porque Paternostro sumió a su dirección en un marasmo de aburrimiento sin fin. Ni un solo matiz, ni una acentuación, ni una intensificación dramática del foso en los recitativos, mucho más ricos de lo que quiso dar a entender. En general optó por tempi lentos y poco contrastados, llegando a niveles plúmbeos en la introducción del acto segundo. Bajo esta atonía, la Sinfónica sonó gris y sin relieve, con poca convicción. Quien sí se lo tomó en serio fue el Coro, muy empastado y afinado, con matizaciones y regulaciones muy interesantes.

En el terreno solista no brilló mucho más la noche. A tono con la mediocridad reinante, Anna Chierichetti hizo una Amina bastante sosa. La voz es bonita, de grato timbre en el centro, pero con un sobreagudo metálico y sin brillo. Domina bien el canto legato, pero en la coloratura se muestra rígida y poco fluída, con tendencia a simplificar los gruppeti y las escalas. En lo expresivo se quedó bastante corta, habida cuenta de las situaciones de su personaje. Dmitri Korchak tiene el mérito de ser el primer tenor al que se grita ¡Fuera! mientras canta en el Maestranza. Voz nasal, caprina, blanca y sin color, el ruso hizo una interpretación plana y aburrida, cuajada de falsetes y con agudos calantes. Corrección es la palabra para el Conde de Carlo Cigni, algo escaso de graves. Bien Damiana Pinti y Alberto Arrabal, pero la triunfadora fue Sandra Pastrana, que cantó con gusto, variedad ornamental y dominio técnico sus arias. ¡Brava! ANDRÉS MORENO MENGÍBAR

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