Hoy por tí…
La gran mayoría de las decisiones musicales tienen su origen en la política, no en vano estamos ante un arte que requiere costosas infraestructuras, así como cada día mayores presupuestos. Un concierto sinfónico normalito supera los sesenta mil euros y no digamos si incluye una buena orquesta y un director de primera fila, ya que entonces sobrepasará los doscientos cuarenta mil. Los costes de producción de un título oerístico pueden superar el millón de euros. ¿Quién se puede permitir sufragarlos? ¿Acaso una institución privada? Los privados Ibermúsica o Ibercámera son una bendición, una especie en extinción y claramente una excepción. Lo malo es que en la política hay aún más ignorantes musicales que aprovechados. A menudo se pagan caches que no son los del mercado y, encima, para propuestas sin interés. Por unos y otros debemos estar atentos.
Otro grupo de decisiones son tomadas por los directores musicales o los agentes musicales, con frecuencia “sus” agentes musicales. Este grupo presenta un evidente peligro: el de barrer para casa. Son muchos los ejemplos existentes en nuestra geografía de agentes que realizan su agosto durante todo el año a través de directores musicales bien colocados. El resto de sus artistas copan las programaciones de las temporadas. Lo legal no siempre es también ético.
En otro grupo se sitúan los “intercambios”, muy practicados por compositores con mando en plaza. Es la solución frente a la autoprogramación, que resulta demasiado obvia. Esta misma semana tenemos, en un concierto de la Sinfónica de Madrid, un ejemplo que “huele” a este grupo. El compositor y director Cristóbal Halffter estrena una obra de Ruziska. Solo los que estamos en el medio sabemos que Ruziska encargó un estreno a Halffter -“Adagio en forma de rondó” – cuando era director del Festival de Salzburgo. Podrá ser una casualidad pero no lo parece. El “hoy por ti, mañana por mí” es legal y, si se paga con fondos privados, irreprochable. Lo que no está tan claro es su ética cuando lo financian fondos públicos. En todo caso, si estas cosas son éticas, nadie puede quejarse de que se comenten, porque desde luego han de saberse.
Gonzalo ALONSO
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