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Por Publicado el: 14/05/2016Categorías: Crítica

Sueños de colores y melodías

Sueños de colores y melodías

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L’elisir d’amore se traslada a un circo inspirado en Botero.

Ópera en dos actos de Gaetano Donizetti. Producción de Nausica Ópera Internacional de Parma. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Dirección musical: Yves Abel. Dirección de escena: Víctor García Sierra. Vestuario: Marco Guyón. Iluminación: Juan Manuel Guerra. Dirección del coro: Íñigo Sampil. Intérpretes: María José Moreno (Adina) Joshua Guerrero (Nemorino), Massimo Cavaletti (sargento Belcore), Kiril Manolov (Doctor Dulcamara), Leonor Bonilla (campesina). Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Viernes 13 de mayo. Aforo: Lleno.

La programación de este título bien puede servir para reconciliarnos con algunas cosas hace tiempo olvidadas en el Maestranza. Por ejemplo, con el color y la luminosidad, en estos tiempos de producciones oscuras. O también con la alegría de vivir y el optimismo que nos inyecta directamente en el corazón la maravillosa música de Donizetti. Y, sobre todo, con el canto, con el bel canto, esa bestia denostada por cursis y snobs pero que a la postre se erige en uno de los elementos que hacen de la ópera, esa antigualla según unos, un espectáculo vivo y seductor.

Muchas cosas, pues, las que se nos agolpan tras bajar el telón, así que vayamos por partes. La producción ideada por García Sierra es un derroche de fantasía y de color y de luz. Partiendo de una feliz idea, la de inspirarse en la serie de pinturas sobre el circo de Fernando Botero (representado por uno de los figurantes), lo importante es la manera en que es llevada a la práctica escénica, sin caer en la tentación de sobresaturar el espacio con personajes y movimientos paralelos. Por el contrario, sabe dosificar la aparición de figurantes y de efectos de masas para momentos apropiados, consiguiendo momentos de gran conjunción con la música como el final del primer acto.

Yves Abel llevó con buen pulso y sentido del ritmo a una orquesta flexible y de gran sonido, pero también con la delicadeza necesaria para arropar un momento tan íntimo como el dúo Prendi, per me sei libero. Acompañó con mimo a un grupo de voces entre las que sobresalió una María J. Moreno rutilante, al fin en un papel a su medida en Sevilla en el que demostrar su dominio de la técnica belcantista, con un maravilloso legato y un control total de los recursos técnicos y expresivos. Guerrero comenzó frío, con evidente vibrato, pero fue mejorando a lo largo de la función. En posesión de una bella voz, precisa de una mayor variedad en las dinámicas y en la acentuación. A Manolov, de gran faceta actoral y con una voz poderosa, le faltó mayor fluidez en los pasajes de canto silabato. Más rudo y con emisión trasera resultó Cavaletti, mientras que Bonilla brilló con su resplandeciente timbre y sus agudos penetrantes.

De nuevo hay que felicitar al coro por su soltura en lo musical y también en lo escénico. Andrés Moreno Mengíbar

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