Las críticas de “I due Foscari” en la prensa
Bastante unanimidad entre los críticos, si bien cada uno escribe sobre Plácido Domingo a su manera. Todos alaban el resto del reparto y la dirección de Heras-Casado, aunque ésta con algunos peros.
ABC, 13/07/2016
La saludable vocalidad de Verdi
I DUE FOSCARI
Música, Giuseppe Verdi. Dirección musical: Pablo Heras-Casado, Intérpretes: Plácido Domingo, Michael Fabiano, Angela Meade, Roberto Tagliavini, Mikeldi Atxalandabaso, Susana Cordón, Miguel Borrallo y Francisco Crespo. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Lugar: Madrid, Tecatro Real. Fecha: 12-VII
…El entusiasta juicio final de cualquier espectador es más fácil de imaginar si se reseña que el público acabó puesto en pie aplaudiendo a Plácido Domingo, hábil y experimentado intérprete capaz, en una noche como la de ayer, de llevar al octogenario Francesco Foscari hasta el doloroso desgarro del aria «Questa è dunque l’iniqua mercede»… … Domingo tiene otra pasta y con sabia cautela ya había demostrado que podía alcanzar el volumen de Angela Meade en el duetto «Tu pur lo sai» ante el que se escucharon los primeros bravos de la noche. La soprano americana es, verdaderamente, una naturaleza vocal desbordante, no siempre templada, pero dominadora, poderosa y flexible hasta ser capaz de algún interesante «filado». Lo del tenor Michael Fabiano corre en paralelo y si su entrada en el primer acto fue todavía fría, la primera escena del segundo, «Notte!… perpetua notte!», sirvió para mostrar la naturaleza de un cantante único, de armada expresividad y contundente presencia…
…El espectáculo aún implicó mantener la tensión, llevar la obra a un puerto sensato, hacer incluso creíble el lado más artificioso de «I due foscari»: un trabajo estupendamente hecho por Pablo Heras-Casado. El mérito no está en la inmediatez del mensaje o en la asimilación de un estilo heredado. Su Verdi es distinto: tiene temperamento, acento, exactitud… Alberto González Lapuente (enlace a original completo no publicado en abierto)
EL MUNDO, 13/07/2016
“I DUE FOSCARI”
Autor: Giuseppe Verdi / Dirección musical: Pablo Heras-Casado, Director del Coro: Andrés Máspero / Reparto: Plácido Domingo, Michael Fabiano, Angela Meade, Roberto Tagliavini, Mikeldi Atxalandabaso, Susana Cordón. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real/ Ópera en versión concierto / Tecatro Real / 12 de julio.
La sexta ópera de Verdi es probable que no se cuente entre el grupo de obras que deben calificarse de maestras, tampoco entre las situadas en un segundo rango, sino perteneciente al modesto ramillete de títulos menos logrados. Si se representa con una frecuencia no del todo acorde con su categoría, se explica por una serie de razones de orden práctico, como su brevedad y la relativa sencillez de una trama, que no exige complicaciones escénicas ni un reparto vocal extenso. El drama de los dos nobles repudiados por la política veneciana dispone de una música de menor entidad comparada con las grandes partituras de su autor, pero lejos también del fiasco de Alzira , que llegaría poco después, y de la que Verdi abominaría.
Francesco Foscari, el protagonista, es el centro de la tragedia lirica in tre atti , otro padre verdiano, tan nefasto como los demás, aunque aquí no por maldad, prejuicio u obcecación, sino por debilidad, un Dogo de Venecia octogenario incapaz de defender a su hijo. Plácido Domingo, que con gracejo madrileño se califica de baritenor , añade el noble melancólico a su ya abundante colección de barítonos verdianos. El baritenor no engaña a nadie, pues no se presenta como el barítono que no es, sino como el artista inverosímil que al final de una carrera hercúlea, se acerca a otros personajes pertrechado por una tesitura de su invención; tesitura en donde confluyen sus virtudes de musicalidad, entrega, conocimiento del compositor, pericia actoral… Sobre la nueva andadura del cantante, dos evidencias se han impuesto: la mayor o menor adecuación de uno u otro papel, y la distancia que separa la representación teatral de la versión concierto. I due Foscari , objeto de una desafortunada función en el Palau valenciano, parecía demostrar que Plácido Domingo nunca sería un convincente Francesco. Aquí, en el ámbito más confortable propio de una versión concierto, pudo desmentir aquella impresión que se antojaba errónea.
Bien acompañado por la dirección orquestal del granadino Pablo Heras-Casado, que huye del ambiente desanimado y derrotista que impregna el escueto argumento de la obra del compositor italiano, para subrayar los efectos y efectismos, las efusiones y lamentos de una partitura que, aun no contándose entre las mejores de su autor, no puede ocultar las calidades de un estilo inconfundible. Son tres los actores de este drama, doméstico en la literalidad de las figuras del suegro, el hijo y la nuera; las figuras masculinas representan el pesimismo romántico enamorado de la muerte, frente a la mujer, Lucrezia, que en la pletórica interpretación de Angela Meade emerge como una llamarada de vitalidad y lucidez. Magnífico también Michael Fabiano, que extrae dolor y patetismo de su Jacopo Foscari, quizá el tenor verdiano más deprimido que se recuerda.
El público agradeció el grato final de una buena temporada en el Teatro Real, premiando a su adorado Plácido Domingo, y a todos los demás intérpretes. Alvaro del Amo
EL PAÍS, 13/07/2016
I due foscari
Música de Giuseppe Verdi. Plácido Domingo, Michael Fabian y Angela Meade, entre otros. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: Pablo Heras-Casado.Teatro Real, hasta el 18 de julio.
Mercadante compuso una ópera de ambiente sevillano en torno a dos Fígaros, Verdi hizo luego lo propio -en una sombría Venecia renacentista- sobre dos Foscari (padre e hijo) y Plácido Domingo ha decidido también duplicarse en vida: por un lado, el tenor torrencial, omnívoro, hiperactivo, ubicuo, polimorfo y casi eterno, capaz de cantar durante décadas prácticamente todos los papeles de su tesitura; por otro, y ese es el segundo Plácido actual, ha esquivado al fantasma de la retirada con un nuevo avatar en el que se ha reinventado como un selectivo barítono, lo que está permitiéndole dilatar aún más una carrera que precisa muchos adjetivos para poder calificarla con justeza y justicia.
Por edad, por prestancia y por sabiduría, el dogo Francesco Foscari es un personaje perfecto para él, siempre y cuando se acepte, claro está, que se ha producido real y eficazmente ese trasvase del tenor de otrora al barítono de ahora. Además, a Madrid ha venido a cantarlo en versión de concierto después de haberlo rodado sobradamente en los escenarios de la Opera de Los Angeles (2012), el Palau de les Arts de Valencia (2013), la Royal Opera House de Londres y el Theater an der Wien (2014) y, hace tan solo cuatro meses, el Teatro alla Scala de Milán. Aquí, con l placidez añadida de contar en la dirección musical con un compatriota, Pablo Heras-Casado con el que le gusta colaborar y tiene muy buena sintonía. Tras el fiasco de hace un año, cuando canceló su participación como director y cantante en el doblete formado por Goyescas y Gianni Schicchi, su público madrileño estaba deseando volver a aplaudirlo. Domingo, que se las sabe todas, guardó lo mejor de su arte y de su voz para la última aria de Francesco Foscari, la de mayor lucimiento dramático. Y fue justamente vitoreado, también en los aplausos finales, ahora ya con el público puesto en pie. Pero todo esto formaba parte del guion. Mayor mérito tienen las espontáneas aclamaciones para el tenor Michael Fabiano, que fue creciéndose más y más a partir de un comienzo muy dubitativo: con una voz hermosísima y una línea de canto que porta aromas de otros tiempos, fue también el único que intentó algo parecido a la caracterización de su personaje, el desdichado Jacopo Foscari. Angela Meade, por el contrario, tiende a que la facilidad de su canto devenga en superficialidad. Con recursos vocales y técnicos sobrados, en sus intervenciones faltaron reposo e intención, transmitiendo a menudo la poco agradable sensación de estar cantando con el piloto automático.
Pablo Heras-Casado abrió el fuego con un preludio vigoroso y lleno de aristas. Esa fue la tónica general de los coros y de muchos momentos de la ópera, pero I due Foscari es también pródiga en pasajes de gran intimismo en los que faltaron un mayor contraste y un lirismo más acentuado. En general, hubo demasiada premura, por no hablar de cómo fueron mutiladas inmisericordemente varías cabalette, algo difícil de justificar en una ópera tan corta y tan atada aún a las convenciones de la ópera de números cerrados: Verdi estaba aprendiendo, sí, pero sabía muy bien lo que hacía. El granadino también echó el resto en la escena final, en la que el barítono Domingo, por fin, consiguió emular y situarse a la altura -que no es poco- de Plácido, el tenor. Luis Gago
LA RAZÓN, 13/07/2016
Domingo justifica plenamente “I due Foscari”
“I due Foscari” de Verdi. Plácido Domingo, Michael Fabiano, Angela Meade, Roberto Tagliavini, Mikeldi Atxalandabaso, Susana Cordón, Miguel Borrallo, Francisco Crespo. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: Pablo Heras-Casado.
Estamos en 1844 y Verdi, que ya ha triunfado con “Nabucco” y “Ernani”, se convierte en el compositor lírico más solicitado en Italia y no paran de llegarle ofertas a las que no sabe decir que no. Tampoco quiere pues, hijo de una familia modesta, ve la posibilidad de hacer hucha. Así que, con su indudable ingenio, organiza cócteles operísticos con unas cuantas arias, tres o cuatro dúos, un par de concertantes y unos cuantos ritmos marciales ensamblando todo. Nacen así once óperas en siete años, los denominados por él mismo y muy significativamente “de galera”, hasta que en 1851 surge “Rigoletto” y todo cambia. Son partituras aún muy deudoras con el pasado y llenas de altibajos, que se escuchan porque de vez en cuando se eleva en ellas el inconfundible y poderoso arranque verdiano. Es el caso de “I due Foscari”, obra globalmente menor en el catálogo, de ambiente un tanto sombrío, con abundantes aires de marcha, arias de extrema dificultad para la soprano -en esta época escribe para ellas como si las odiase y Ainhoa Arteta ha hecho bien en cancelar tras leerse su parte-, pero que de pronto vuela en frases de un tenor que no hace más que lamentarse o despedirse y del barítono, papel que enlaza claramente con Nabucco y que pronto tendrá continuidad con Macbeth. Interesa recuperarlas si hay alguien sobre el escenario que lo justifique y Plácido Domingo es la única razón para que el Real programe “I due Foscari” en tres conciertos. Por ello, permítan y discúlpenme que hoy haga lo que Rossini, parafrasearme más o menos a mí mismo con la crítica que escribí en su día a Plácido Domingo como Jacobo Fiesco en Valencia. Revisada, creo que refleja lo mismo que he escuchado ahora.
Decía Callas que lo primero era saberse todas las notas y el texto de memoria, para después encontrar la expresión justa. Domingo puede que tenga todas las notas del Doge, pero en algunas no se encuentra cómodo. Verdi, y no estamos en ese periodo barroco en el que casi todas las voces eran intercambiables, perfiló mucho el color de cada personaje y los contrastes entre ellos. Es imposible, sin dominar por completo el texto –a veces se le fue, aún con partitura en atril y tras ser rodada en varios teatros-, con incomodidad en algunos registros y sin tener el adecuado color baritonal del papel, poder llegar a profundizar en la caracterización. Léase la escena final de su muerte, aquella en la que Nucci aún exhibe poderío vocal, en la que Brusón admiraba con el belcantismo de un hilo de voz agonizante o Cappuccilli por su equilibrio perfecto. Sin embargo Plácido arrasa porque maneja cada palabra, otorgándolas sentido y fuerza. Ante Domingo aún me sigo quitando el sombrero, porque resulta milagrosa esa frescura vocal en una persona de más de setenta y cinco años, porque el timbre sigue encandilando, porque ofrece una lección de musicalidad rara hoy día y por la inteligencia con la que aborda las dificultades de las que es perfectamente consciente. Ama la música, los escenarios, su profesión… Cuando Lola Flores debutó en Nueva York un crítico escribió: “Ni canta, ni baila, pero vayan a verla”. Pues lo mismo, Plácido ahora ni es tenor, ni es barítono, pero vayan a verle porque es un milagro a su edad.
Tras estos punto suspensivo venía una frase que al insigne artista no le gustó nada. Tanto como para reprochármela en púbico en plena entrada a un Ave en Valencia. Pero, como es lo que pienso, la repito: “ Y a mi me queda muy claro que a Plácido le gustaría acabar su vida como Francesco Foscari: sobre un escenario”. Y repito lo que le respondí a sus objeciones: “a mi me gustaría morir escribiendo una crítica como ésta”.
El resto del reparto es sobresaliente. Angela Meade es, en todos los sentidos, un tanque. Puede con todo en una parte de tesitura endiablada. Volverá al Real para unas “Normas”. Michael Fabiano cantó ya en el teatro “El Cid” y posiblemente vuelva para un “Don Carlo”. Como Meade es capaz de resolver con más que suficiencia. Hará una notable carrera. Ambos son americanos, vencieron en el Concurso Richard Tucker de 2014 y presentan características paralelas: voces de importante caudal y amplio espectro. La diferencia entre este tipo de cantantes y Domingo es que los primeros resuelven, pero uno no viajaría expresamente para escucharles y sí a artistas como Domingo o el citado Tucker, un tenor de tomo y lomo cuyos discos deberían ser alimento de muchos. Homogéneo el resto del cast y una dirección vibrante de Pablo Heras-Casado, potente y vigorosa pero sin perturbar las voces. Otra cosa es que sobreactúe sobre el podio. Bien coro y orquesta, mejor que en “I Puritani”. Por cierto, demasiadas páginas reabiertas en Bellini y unas cuantas mutiladas en Verdi. Cosas de los maestros o los intérpretes. Diez minutos de ovaciones –clamores para Domingo y para Fabiano- son muchos para un concierto. No creo que nadie de los asistentes dejase de disfrutar. No se lo pierdan, hay entradas en taquilla. Gonzalo Alonso
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