Nadar y guardar la ropa
Nadar y guardar la ropa
Stèphane Lissner declaró hace poco en el Teatro Real que no pensaba nombrar de momento un director musical para la Scala y que acudiría a tres o cuatro figuras que se ligasen de forma intensa y estable al teatro. Ahora acaba de llegar a un acuerdo con Daniel Barenboim, tan amplio que difícilmente podrá ser ampliado a terceros en las mismas condiciones.
La relación entre ambos no es nueva. De hecho se habló en su tiempo de la posibilidad de que Barenboim recalase en el Teatro Real madrileño en el breve periodo Lissner. También más tarde. Eran casos diferentes. Según se escribió entonces, Barenboim y Lissner pensaban colocar a un tercero que realizase lo que en un teatro se podría llamar el “trabajo sucio” y el argentino colocaría las fichas que le conviniese y recogería laureles. El asunto, real o ficticio, no prosperó. Más tarde se le ofreció a Barenboim la propia titularidad, pero no aceptó. Entre otras razones -y qué bien hizo- porque no quería responsabilidades administrativas en un entorno politizado. Ya tenía bastante en Berlín.
Ahora consigue sus propósitos en la Scala, el Santa Sactorum. Nadará y guardará la ropa. “No hay encargo, no hay contrato, no hay nada. Y precisamente por eso hay todo”, ha declarado. Más claro… agua. Sus protegidos, Erato y cuantos desee se pasearán por la Scala sin que nadie le pueda decir nada porque no tendrá otra responsabilidad que los resultados artísticos de lo que dirija. Se ocupará, sin papeles del proyecto musical, el proyecto educativo y un denominado proyecto europeo El acuerdo les viene bien también a Lissner, que se evita un segundo con poderes reales y los teatros de la Scala y Unter del Linden berlinés, que colaborarán para paliar sus importantes reducciones presupuestarias.
¿Y el público? Pues a disfrutar con el “Requiem” verdiano en 2007 y la “Tetralogía” en el 2001. En medio “Tristán” y óperas de Schönberg, Puccini, Prokófiev y Mozart.
La decisión, que es inteligente, se redondeará si Barenboim utiliza sus influencias para repescar a Mutti y Abbado y, no digamos, si Lissner llega también a acuerdos de colaboración con Chailly y Gatti.
Gonzalo ALONSO
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