Gautier Capuçon: los sabores de la tierra
Gautier Capuçon: los sabores de la tierra
Obras de Beethoven, Chaikovski y Stravinski. Gautier Capuçon, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Radio Frankfurt. Director: Andrés Orozco-Estrada. Auditorio Nacional, Madrid. 25 de mayo de 2017. Temporada Sociedad Filarmónica.
Gautier Capuçon nos brindó una magnífica interpretación de las Variaciones rococó de Chaikovski. La redondez, el colorido oscuro e intenso que extrae este virtuoso de su instrumento –seguramente un Matteo Goffriler de 1701- nos hace pensar en los vinos franceses de gran reserva, reposados durante años en buena madera. Largas frases de amplia circunferencia, arco poderoso, dobles cuerdas de impresión, gusto en el fraseo, notas “spiccato” bien marcadas y sobreagudos en su sitio basaron la formidable interpretación. El colombiano Orozco-Estrada y la orquesta alemana acompañaron con discreción y servicio a la voz solista.
“La consagración de la primavera” de Stravinski es una verdadera piedra de toque para orquesta y director, que ha de multiplicarse para dar las entradas y para dotar al todo de ese solemne aire de ritual, de terreno sacrificio; en el que no deben desconocerse los valores de una subterránea poesía y los brillos de un agreste colorido. Y de una rítmica muy compleja e irregular, con compases a 5, 7 u 11. Orozco bate en todos los planos, divide y subdivide, controla muy bien los continuos contratiempos y tiene la partitura muy ahormada junto a la orquesta de la que es titular. Primer fabuloso “crescendo” para anunciar “Los augurios de la primavera” y un pasajero y remanso –“sostenuto e pesante”- en “Rondas primaverales”. El tránsito del “Lento” de “El sabio” al “Prestissimo” de la “Danza de la tierra” fue resuelto estupendamente. Ideal la consecución de los timbres asordinados de la poética “Introducción” al “Sacrificio”. Acordes secos, fustigantes, en el servicio a una ejecución extrañamente transparente, remataron contundentemente la composición.
La “Sinfonía nº 1” de Beethoven, que abría el concierto, fue expuesta sin sorpresas, de manera ligera, justa de “tempi”, con un bien regulado “Andante”, un “Menuetto” un tanto borroso y un “Finale” preciso, en el que se conjugaron muy bien los vientos y los arcos. La “Amorosa” de las Diez melodías vascas de Guridi fue el bis. El director recordaba así su antigua colaboración con la Sinfónica de Euskadi. Arturo Reverter
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