Muti no da la talla
Festival de Salzburgo
Muti no da la talla
“La Flauta Mágica” de Mozart. R.Pape, P.Groves, F.Grundheber, D.Damrau, G.Kümeier, I.Bespalovaite, C.Guerrear, B.Ulrico, etc. Coro de la Ópera de Viena y Orquesta Filarmónica de Viena. P.Audi, dirección esc-enica. R.Muti, dirección musical. Grosses Festspielhaus. Salzburgo, 4 de agosto.
El verano pasado se estrenó una producción de “La Flauta Mágica” con Ricardo Muti a la batuta y responsabilidad escénica de Graham Vick. Supuso una debacle total, tanto que no se ha contado con ella a la hora de reponerla en el verano del centenario Mozart, como hubiera sido lo normal. Pierre Audi realizó hace relativamente poco una producción para la ópera de Ámsterdam, base conceptual de la que Salzburgo le encargó para remediar el desastre citado. Estamos ante una lectura que huye de todas esas interpretaciones filosóficas a las que se presta la penúltima ópera mozartiana, para centrase en el cuento en sí y presentarlo de forma absolutamente colorista, con escenografía del conocido pintor holandés Karel Appel. Es, desde luego, un espectáculo que, en versión reducida, funcionaría admirablemente para un público infantil, que se vería hipnotizado por los pájaros voladores de Papageno, el avión-serpiente que trasporta a los tres niños que guían a Pamino por el reino de Sarastro o las fuentes de agua y fuego que de pronto brotan del suelo. Otra cosa es su acierto y fidelidad al texto de Schikaneder. Estas mismas fuentes aparecen a deshora y no termina de estar resuelto el desarrollo de las pruebas que Sarastro impone a Tamino para poder ser iniciado en los ritos de Osiris. Más perjudicial es la influencia que todo ello introduce en el personaje central de Papageno, que queda desfigurado y casi reducido a secundario pero, aún con estas debilidades, hay mucho para el disfrute en esta vistosísima producción.
Si el resultado global desilusiona las expectativas es por otros motivos. Fundamentalmente por culpa de la anodina dirección de Ricardo Muti, con tempos a veces excesivamente lentos y sin gracia alguna. El italiano ofreció aquí hace años un tan impresionante “Cosi fan tutte” que aún es referencia y también acertó con “La Clemenza di Tito” y otros mozarts, pero no con la “Flauta”. Tampoco los intérpretes dan en la diana, exceptuando a la Reina de la Noche de Diana Damrau –próxima Zerbinetta” en el Real- y René Pape, aunque su voz ya no sea ideal para Sarastro. Paul Groves resultó un Tamino que no colocaba las notas, las abría o estrangulaba e incluso parecía cantar otra partitura y la Pamina de Genia Kühmeier no superaba el nivel de uno de nuestros Festivales Mozart. En definitiva, una decepción para lo que debe ser Salzburgo. Gonzalo Alonso
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