Un buen Lohengrin, por debajo de lo esperado
Un buen Lohengrin, por debajo de lo esperado
Lohengrin (R. Wagner)
Deutsche Oper de Berlín. 17 Diciembre 2017.
Uno de los grandes atractivos de esta estancia en Berlín era precisamente esta representación de Lohengrin, debido al reparto programado, uno de los más atractivos que hoy pueden ofrecerse. La representación ha sido buena, pero ha quedado por debajo de mis expectativas. Escénicamente, el interés ha sido escaso, la dirección musical no ha sido muy convincente y el reparto vocal ha resultado más irregular de lo esperado.
La producción ofrecida es la ya conocida de Kasper Holten, que se estrenara en el año 2012, sustituyendo a la tradicional y longeva de Götz Friedrich. Tuve ocasión de verla un año más tarde de su estreno y no me entusiasmó. Ahora sigue sin hacerlo. Casi lo contrario.
La producción sigue la línea del minimalismo, con un escenario (Steffen Aarfing) básicamente desnudo, cerrado por paredes, y separando el escenario en profundidad por un telón. En el segundo acto se añade una pasarela para la aparición de Elsa, posándose en el suelo en forma de cruz para la escena de la entrada de Lohengrin y Elsa en la catedral, que se ve al fondo. El último acto no ofrece otra cosa que el lecho nupcial, convertido en mesa o altar para la escena final. El vestuario se debe también a Steffen Aarfing y resulta un tanto extraño. Los personajes van con indumentarias medievales, mientras que el coro va vestido con atuendos militares de distintas épocas, la mayor parte pareciendo responder a uniformes de la Primera Guerra Mundial. Lo mejor de la producción escénica es la iluminación de Jesper Kongshaug.
Sigo sin encontrar una idea motriz en la versión de Kasper Holten que vaya más allá de presentarnos un pueblo en guerras permanentes, ofreciendo el preludio en un campo de batalla, con soldados muertos o moribundos. La figura de Lohengrin tiene muy poco de humana y mucho de mágica e incluso de ídolo religioso-mediático. Normalmente, el caballero del cisne aparece en esta producción portando unas grandes alas blancas y Holten, en el Juico de Dios del primer acto, deja claro que Lohengrin actúa con poderes mágicos, ya que utiliza trucos para desorientar y vencer a Telramund. Al final, nos encontramos con la figura de Gottfried que llega a escena en brazos de su hermana, pero muerto, lo que poco tiene ver con lo que dice el libreto.
La dirección musical estuvo encomendada a Axel Kober, el actual director musical de la opera del Rhin con sede en Dusseldorf y Duisburg. La verdad es que eché en falta en el foso a Donald Runnicles, cuya dirección hace 6 años me resultó mucho más convincente que la de Kober ahora. He echado en falta más emoción y ha sobrado volumen orquestal en varias ocasiones. Su lectura ha resultado eficaz, pero uno espera más de esta gran ópera de Wagner. Buena la prestación de la Orquesta de la Deutsche Oper. Lo hizo bien así mismo el Coro de la Deutsche Oper, aunque hubo algunos desajustes en el primer acto.
Volvía a ser el Caballero del Cisne el tenor alemán Klaus Florian Vogt, que estuvo magnífico de principio a fin. Muchas veces se critica a este cantante por el hecho de tener una voz excesivamente blanca, poco apropiada para personajes heroicos. Efectivamente, uno echa en falta otro tipo de voz en los heldentenores wagnerianos, pero no es el caso de Lohengrin. La voz de Vogt es una de las mejor emitidas que puedan escucharse hoy. Corre de manera extraordinaria por la sala y se le escucha perfectamente, incluso en los concertantes. A esto hay que añadir que canta con un gusto exquisito, expresa perfectamente y tiene un gran dominio del personaje. Su “In Fernem Land” fue de cortar la respiración, una auténtica exhibición de facultades y calidad canora.
Como Elsa de Brabante teníamos nada menos que a Anja Harteros, cuya presencia en esta ocasión seguramente ha tenido que ver con el hecho de que también lo será el próximo verano en Bayreuth, con Roberto Alagana de Lohegrin y bajo la dirección de Christian Thielemann. De hecho, ha frecuentado muy poco el personaje desde que lo cantara hace 7 años en Munich con Jonas Kaufmann. Su actuación ha quedado por debajo de lo esperado, aunque conviene aclarar que siempre se espera mucho de esta excelente cantante. En el primer acto la cosa no funcionó como se puede esperar de ella, ya que la voz no corría como en otras ocasiones, dando la impresión de que había precauciones por su parte y tampoco ayudaba el foso. Su actuación mejoró claramente en los dos actos siguientes, aunque no era la Anja Harteros de los grandes días.
Repetía como la malvada Ortrud Petra Lang, cuya actuación fue convincente como siempre, ya que se trata de una de las mejores intérpretes del personaje de los últimos años. Su voz me ha resultado menos atractiva que en otras ocasiones y también la he encontrado algo más apretada que antes. En cualquier caso, sigue siendo una gran Ortrud.
El barítono británico Simon Neal fue Telramund y no pasó de cumplir con su cometido. Eché en falta una voz más importante, quedando un tanto apretado por arriba.
Me resultó un poco decepcionante la actuación del bajo letón Ain Anger en la parte del Rey Heinrich, el Pajarero. La voz tiene amplitud, pero le recuerdo con un timbre más noble que el que ha exhibido en esta ocasión.
Correcto y adecuado el Heraldo del barítono americano Thomas Lehman, de voz atractiva y no muy sobrado de volumen vocal, aunque suficiente.
La Deutsche Oper ofrecía un lleno total en esta ocasión. El público se mostró entusiasmado con el resultado de la representación, ofreciendo un triunfo a Vogt, Harteros y Lang, en este orden. Axel Kober fue aplaudido, aunque a otro nivel, no faltando algún abucheo aislado.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 31 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 24 minutos. Nueve minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 130 euros, habiendo butacas de platea desde 69 euros. La localidad más barata costaba 41 euros. José M. Irurzun
Fotos: B. Stoss
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