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Por Publicado el: 22/12/2017Categorías: En vivo

La Barroca ante el desafío Schubert

La Barroca ante el desafío Schubert

Solistas de la orquesta barroca de Sevilla. Programa: Trío para cuerdas en Si bemol mayor, D 471 y Quinteto para cuerdas en Do mayor, D 956, de Franz Schubert. Intérpretes: Andoni Mercero y Pedro Gandía, violines; José M. Navarro, viola; Mercedes Ruiz y Kristin von der Goltz, violonchelos. Lugar: Sala Turina. Fecha: Martes, 19 de diciembre. Aforo: Lleno.

En varias ocasiones, tanto desde estas páginas como en conversaciones con los responsables de la Orquesta Barroca de Sevilla, hemos insistido en lo conveniente y hasta necesario que sería que el conjunto sevillano se adentrase en el territorio del primer Romanticismo, de manera que pudiésemos contrastar las versiones tradicionales con otras fundamentadas en criterios historicistas.

Ya que no en el terreno orquestal por motivos presupuestarios, al menos en el terreno camerístico parece que la OBS va rompiendo las fronteras cronológicas del siglo XVIII. Es el primer paso, es cierto. Pero si se quiere abundar en esta senda hay que asumir la necesidad de crear un grupo estable, que trabaje asiduamente y que establezca estándares comunes en materia de sonido, empaste, fraseo, etcétera. De lo contrario, se corre el riesgo, como en el concierto de anoche, de desperdiciar el esfuerzo de unos estupendos solistas por falta de trabajo conjunto.

No hubo problema con el trío que abría programa, de aire mozartiano, despreocupado y feliz, que fue abordado desde la delicadeza de sonido y la transparencia de un fraseo asentado en la suavidad de los ataques y pivotando sobre el terso sonido de la viola de Navarro.

Pero el quinteto es harina de otro costal. En los primeros compases se apreció disparidad de sonido en los dos violines, con un Mercero frágil, sin brillo y plano, con algunas vacilaciones tonales, como las que asimismo mostró Goltz, de tonalidades ásperas muy diversas del sonido profundo y redondeado de Ruiz, capaz de sostener los ostinati con una presencia relevante en el segundo tiempo apoyado por la estupenda viola. El mejor momento fue sin duda el Scherzo, de homogéneos ataques rústicos y densas sonoridades, con magníficos pasajes de los dos chelos en unísono de fuerte impacto expresivo. Andrés Moreno Mengíbar

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