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Por Publicado el: 04/02/2018Categorías: Crítica, En vivo, Opinión

Despampanante Nancy

Despampanante Nancy

RECITAL DE NANCY FABIOLA HERRERA (mezzosprano). Rubén Fernández Aguirre (piano). Pro­gra­ma: Obras de Viardot, Granados, García Abril, Ortega, Montsalvatge y Comellas. Palau de la Música. ­­Entrada: Alrededor de 800 espectadores. Fecha: Miércoles, 31 enero 2018.

Nancy Fabiola Herrera (Caracas, 1968) es una de las mezzosopranos más valoradas de la escena operística actual. El miércoles regresó a Valencia, a su Palau de la Música, acompañada en esta ocasión por Rubén Fernández Aguirre al piano. Latía aún en el recuerdo su estupenda actuación junto a la Orquesta de Valencia y Yaron Traub, el 17 de octubre de 2014, cuando cantó las mismas Cinco canciones negras de Montsalvatge de ahora, y con el mismo bis, la Nana que originalmente completaba el genial ciclo, tal como ella misma explicó entonces y ha vuelto a contar ahora.

No necesita la comunicativa diva hispano-venezolana tanta verborrea con el público, tanto explicar los entresijos o anécdotas de cada obra. El arte no necesita de estas muletillas, que no hacen sino distraer la concentración del recital. Es un recurso que no precisa su arte grande, expresivo, comunicativo, sólido y auténtico, que ya asomó con nitidez en las tres canciones de Paulina Viardot que abrieron el recital, dichas con garbo, casticismo exento de amaneramientos y alto sentido expresivo. Luego, como contraste, el dolor intenso, oscuro, íntimo de las tres Majas dolorosas de Granados, dichas con desgarro, apasionamiento, dulzura y esa riqueza de colores y timbres vocales que distingue el canto de Nancy Fabiola. Excepcional el acompañamiento cómplice, atento y cargado también de fondo expresivo de Rubén Fernández Aguirre.

De las hermosas Canciones de Valldemosa, compuestas por Antón García Abril sobre textos de Antonio Gala y con Chopin al fondo, Nancy seleccionó tres, precisamente las que mejor se ajustan al hilo conductor del recital, titulado “Ensueños”, como su último disco. Las cantó con mimo, gracia, frescura y una dicción no siempre nítida, que impedía saborear el rico texto de Gala. No menos bellas son las tres canciones de Miquel Ortega (1963) que cerraron la primera parte del recital, en las que el melodismo “entre tonal y modal” (Antonio Gómez Schneekloth en las notas al programa) del director y compositor barcelonés se fortaleció con una visión cargada de calidez y hondos aromas populares.

Nancy Fabiola Herrera, artista española, pero nacida en Caracas, cerca de la tierra antillana que tanto inspiró a Montsalvatge, entiende las Canciones negras desde un perfil intensamente dramático, teatral. Extrema y subraya sus matices y la fuerte sensualidad que las impregna. Se siente con fuerza en sus labios el cálido “humo habanero”, el “paso de la niña criolla”,  la “cabeza de coco” del niño negrito que no quiere dormir… Versión rotundamente popular y directa. Más enfatizada que sugerida, expresada con una vocalidad de ocurrente fuerza teatral, cuyas virtudes quedaron redondeadas con un acompañamiento pianístico cargado de matices y connivencias.

Nancy Fabiola Herrera cerró el recital –todo él cantado de memoria, como debe ser- con las Tonadas de ultramar, del catalán Joan Comellas (1913-2000), riguroso contemporáneo de Montsalvatge pero de bastante menos calado, y tres populares espirituales negros dichos con delicadeza, estilo y cercanía. El público, que ya desde el primer momento andaba bien encariñado con Nancy, acabó fascinado con este final popular, prolongado fuera de programa con la “sexta” canción negra de Montsalvatge y con una habanera de Carmen en la que, como ya hiciera en su última visita, volvió a pasearse acarameladamente entre las butacas del público para seducir a tirios y troyanos. A lo Sara Montiel en Fumando espero, pero en plan mezzosoprano despampanante. Justo Romero

Crítica publicada en El Levante el 02-02-2018

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