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Por Publicado el: 13/02/2018Categorías: En vivo

Crítica de la Orquesta Gürzenich de Colonia con François-Xavier Roth

BUENA LETRA

 

Obras de Boulez, Beethoven y Bartók. Benjamin Grosvenor, piano. Orquesta Gürzenich de Colonia. Director: François-Xavier Roth. Ibermúsica, serie Arriaga. Auditorio Nacional, Madrid. 8 de febrero de 2018.

Mucho habría disfrutado el querido amigo Javier Alfaya, fatalmente desaparecido hace unos días, de esta velada en la que se interpretaba una de sus obras preferidas, el “Concierto para orquesta” de Bela Bartók. Ibermúsica ha tenido la honrosa idea de dedicar la sesión a su memoria, gesto agradecido por su viuda, Barbara McShane, presente en la sala.

A Javier le habría gustado seguramente la ejecución de la obra bartokiana, planteada por el preciso y claro gesto, sin batuta, de Roth desde un punto de vista más bien analítico, buscando el dibujo de las estructuras sinfónicas, el alumbramiento de los claroscuros y la vigorosa y enérgica aplicación de los juegos rítmicos; antes que la elaboración fantasiosa de los procesos tímbricos, bien que las coloraciones, por capas, quedaran adecuadamente resaltas en un inicio en el que se acertó a plasmar el misterio y a reproducir el paisaje lunar en una música que parece nacer de las profundidades espectrales.

Buen tratamiento de los silencios y espléndida realización del “fugato” de los metales. En el “Giuoco delle coppie” no se acertó a recoger la sutil ironía que penetra cada compás, mientras que la “Elegía”, bien tocada, fue demasiado funcional, sin que en ella se pudiera entrever ese misterio, esa oscuridad, ese dramatismo revelador que la caracteriza. Todo en su sitio, aunque alejado del toque histriónico, en el “Intermezzo interrotto”, y buen despliegue orquestal en el “Finale”, ordenado y con pasajeros instantes de bien venido salvajismo. Cierre bien proyectado, a todo trapo. Versión germánica, poco idiomática.

Roth se mostró sutil en la exposición minuciosa del “Libro para cuerdas nº 1” de Boulez, en el que supo establecer los delicados equilibrios, las sonoridades rarificadas, los chisporroteos, las refinadas atmósferas. El serialismo integral en su manifestación suprema. El director francés mimó el acompañamiento al joven pianista inglés Grosvenor en el “Concierto nº 2” de Beethoven. Hubo entendimiento entre él y la reducida orquesta (tres contrabajos) y mostró ya sus maneras en una transparente, ligera y elegante entrada tras la bien tocada introducción orquestal. El instrumentista volvió a poner de manifiesto que posee un sonido claro, un toque fino y un fraseo natural, nada enfático, comunicativo, sin aspavientos. Lo que corroboró en su bis, un conocido “Coral” de Bach. Roth y la compacta formación regalaron también una más bien ruidosa “Danza eslava” de Dvorak.  Arturo Reverter

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