Crítica: Perianes y Heras-Casado en el Auditorio Nacional
Bien avenidos
Obras de Haydn, Bartók y Dvorák. Javier Perianes, piano. Filarmónica de Munich. Director: Pablo Heras-Casado. Auditorio Nacional, Madrid. 13 de febrero de 2018. Ibermúsica, serie Barbieri.
La colaboración de estos dos artistas andaluces está dando buenos resultados. Hemos podido verlos reunidos ahora en torno al “Concierto para piano nº 3” de Bartók –que acaban de grabar-, del que ambos realizan una poética recreación centrada en el maravilloso segundo movimiento, “Adagio religioso”, que Perianes fraseó como los ángeles, con su sonido nítido, matizado y expresivo, con acentos sigilosos, de un trascendente lirismo. En el “Allegretto” inicial, hubo finura y buena letra y en el “Allegro vivace” estupendo sentido del ritmo y movilidad; a falta de un empuje, una energía, un “salvajismo” de entraña más centroeuropea, bien que, como sabemos, en esta composición, nacida, como nos recuerda en sus notas Juan Ángel Vela del Campo, en el último año de la vida del músico, se establece una rara combinación entre elementos magyares y otros provenientes del nuevo mundo.
El director, siempre ya sin batuta, con gesto claro y amplio, abrió la velada con una interpretación más bien aséptica, delineada sin mucha gracia –que anida en todos los pentagramas de la obra-, de la “Sinfonía nº 50” de Haydn, llena de guiños y con varios falsos finales. Claro que sirvió ya para que nos diéramos cuenta de la gran calidad de la orquesta muniquesa, a la que diera forma durante tantos años Sergiu Celibidache. En mayor medida pudieron apreciarse sus virtudes en la interpretación de la tan brahmsiana “Sinfonía nº 7” de Dvorák.
El director resaltó con firmeza sus valores rítmicos tras un impetuoso comienzo. El primer tema lírico fue cantado con propiedad. Durante el desarrollo del primer movimiento percibimos, no obstante, una falta de planificación que a la postre impediría que le versión fuera redonda. En los “tutti” todos tocaron muy fuerte sin dejar paso al aire de Bohemia. Bien cantado en todo caso el tema lírico con unas trompas excelentes y una cuerda que brilló refulgentemente en el “Poco adagio”. Heras marcó bien, con ímpetu, el “furiant” del “Scherzo” y construyó con mucha lógica el “Finale”, que la orquesta tocó a toda presión, con escasez de matices y de reguladores, lo que desdibujó en buena medida la monumental coda.
Arturo Reverter
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