Crítica: Savall o el poder de la nostalgia
Savall: el poder de la nostalgia
Critica de clásica / Auditorio Nacional
Obras de diversos autores. Michael Behringer (clave y órgano), Rolf Lislevand (tiorba y guitarra), Philippe Pierlot (viola da gamba) y Jordi Savall (viola da gamba). Director musical: Jordi Savall.Auditorio Nacional, Sala de Cámara, Madrid. 18-V-2018.
Pocas películas pueden presumir de haber despertado tanta pasión hacia personajes musicales desconocidos como Todas las mañanas del mundo, con sus dos generaciones de Depardieus defendiendo el honor de Marin Marais. El cuarto de siglo que nos separa desde el estreno de la película de Alain Corneau marca a su vez la pista de despegue de uno de los instrumentos más bellos del Barroco, la viola da gamba, en continuo resurgimiento desde aquellos años mágicos. Es una deuda impagable la que cualquier aficionado a la música antigua tiene con Jordi Savall y esos increíbles cinco volúmenes con los Concerts À Deux Violes Esgalesde Sainte Colombe, que abrieron brecha a la autopista de cinco carriles por la que circulan hoy los violagambistas. Como homenaje a los tiempos donde la intimidad del barroco francés aún estaba por estrenar en España, Savall y su grupo propusieron una ruta turística hacia la nostalgia que tenía el éxito asegurado desde el primer golpe de arco.
Con todo, el camino no fue fácil ni redondo. El programa se construía sobre la base de aquella banda sonora, y las adaptaciones camerísticas de algunas piezas funcionaron como guiño pero sacrificando a cambio aspectos tan relevantes de la estética musical francesa como la majestuosidad o parte de su espíritu danzable. La Marche pour la cérémonie des Turcsde Lully puede servir de ejemplo, iluminada en su nueva naturaleza de música de cámara por distintos ángulos pero diluida a cambio en algunos de sus afectos más básicos. La altura musical de los intérpretes resolvió las más de las ocasiones las dificultades, pero no siempre se transmitió un sonido empastado.
Cuando la miraba se giraba hacia las piezas más famosas de Sainte-Colombe o Marais los resortes de la memoria saltaban de inmediato y la conexión con la intimidad del repertorio era súbita. Ayudó el gusto por el color y la magnífica articulación de Philippe Pierlot, compañero ideal del Savall de hoy, como Wieland Kuijken lo fue del de ayer. Tal vez la parte más positiva del concierto estuvo en la revisión del concepto de nostalgia, porque las tristezas ya no son como las de antes. En lugar de ese dolor abisal del “Les Pleurs” original encontramos más una mansedumbre, una añoranza sabia mucho menos extrema. Les Voix Humaines, quizás la pieza más bella compuesta por Marais, proporcionó el momento más intenso del concierto, y las variaciones sobre las Folies d’Espagneel (más que esperable) instante de catarsis que acabó con media sala puesta en pie. Mario Muñoz Carrasco
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