¿¡A bailar!? O, mejor, escuchar
¿¡A bailar!? O, mejor, escuchar
Prosiguen los ´conciertos entrañables propios de la Navidad´, o sea de un bonito período en el que todos nos convertimos en lo que no somos; esta semana en el Auditorio hay unos cuantos, y todos cortados por el mismo patrón, así que no insistiré en ello, ya va dando pereza.
Mañana día uno de 2016, sin embargo, se celebra un concierto fuera de España que por sus especiales características siempre apetece consignar. Me refiero al Concierto de Año Nuevo vienés (que se puede recuperar luego tanto en la Radio como en la televisión pública), que este año está protagonizado de nuevo por Mariss Jansons, un director serio, que se encuentra en plena madurez. Es cierto que el asunto hace ya tiempo que se ha tornado recurrente (y a veces algo plasta), pero no es de ninguna manera desdeñable. Los directores son más o menos interesantes según el caso, pero si en algo el acontecimiento permanece inmutable es en el protagonismo de la orquesta anfitriona, una Filarmónica de Viena a la que nadie puede negarle la propiedad casi exclusiva de esta música. ¿Puede haber otros matices?
Desde luego. Sobre todo en el repertorio. Este año hay mucho de batiburrillo, pero tiene premio mayor porque incluye el Vals del Emperador, obra de importantísima envergadura sinfónica, amén de música popular donde las haya. A su lado desfilarán otras piezas de menor entidad, de compositores de bastante menor entidad, aunque algunas de ellas tocadas por la varita del exotismo. Es el caso del vals España de Émile Waldteufel, una piececita de algo más de seis minutos que este dedicó a la reina por la que esta le nombró Caballero de Isabel la Católica. Hay bastante presencia del resto de la familia (la superioridad de Johann Strauss hijo parece bastante indiscutible), junto a piezas raras como la Uno-Marchs del director de orquesta especializado en este repertorio Robert Stolz, o el vals Weaner Madl´n de Carl Michael Ziehrer, un autor por el que se interesó bastante el mítico Hans Knnapertsbusch cuando construía programas vieneses. Jansons ha incluido la obertura de Una noche en Venecia, en un gesto de buen gusto, que se extiende a la elección de la música pare el entreacto segundo de Ninetta, ambas de Johann Strauss Jr. En fin, una de dos: o nos volvemos a sentar delante de la tele, o esperamos (solo un poco) a que salga el disco. La solvencia de Jansons asegura algo más que pasar un buen rato. Pedro González Mira
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