A Fernando con cariño
A Fernando con cariño
No hay nada mejor en la vida que vivirla haciendo lo que a uno le gusta. Cuando uno se dedica a lo que le gusta, lo disfruta. No sólo lo disfruta, sino que su dedicación, su entusiasmo, contagia a los demás. Es difícil resistirse a la tentación de la curiosidad por compartir o, al menos, interesarse por aquello que uno ve que hace disfrutar tanto a alguien. Así nacen muchas aficiones. Lo vemos en todos los órdenes de la vida, desde el torero que se emborracha en una faena y provoca el delirio al profesor de universidad que combinando ciencia, nervio y chispa deja boquiabiertos a sus alumnos. Eso es lo que hizo toda su vida Fernando Argenta.
¿A cuántos habrá convencido a lo largo de tantos años a base de acercarles la música y hacérsela accesible, fácil, hasta inculcarles la afición? Seguro que han sido miles. Él hizo con la música clásica en su profesión lo mismo que los tres tenores realizaron en la suya. ¿Trasgresiones? ¡Claro que las había! ¿Qué tiene de malo afirmar que Wagner, genio con los pentagramas, era una persona cuyo carácter bien podría producir repulsión? Al pan, pan…
Sus “Clásicos populares” comenzaron su andadura en 1976, con Carlos Tena y Beatriz Pécker, y habrían de pasar nada menos que 32 años hasta que las prejubilaciones del ente RTVE acabasen con ellos. Fernando se incorporó al poco tiempo y, algo después, lo haría Araceli Gómez Campa. Dos Ondas premiaron calidad y popularidad. No, no se emitían en Radio Clásica, sino en la 1 y bien posicionados en la parrilla. Su éxito fue tal que le catapultó a la dirección de Radio 1 y Radio 3. Si ustedes, lectores, son jóvenes, bien merece la pena que busquen en Internet http://www.rtve.es/alacarta/audios/clasicos-populares/ y disfruten con tanto entusiasmo y naturalidad ante el micrófono. Quien ama la música y quiere compartir y divulgar su amor sabe que en algún momento ha de dirigirse a los niños. Así nació “El conciertazo” en TVE. También, como les pasa a todos los que se entregan de verdad a su trabajo, conoció la decepción y la frustración. La pantalla no era lo mismo que la radio y los medios que pusieron a su disposición no eran suficientes para lo que hubiera deseado desarrollar.
Hace muy pocos días leíamos su expresiva carta en el programa de mano del concierto que Alfonso Aijón dedicó a la memoria de su padre Ataulfo. En la plaza frente al Auditorio Nacional aún lucen los recuerdos. El cáncer le dejó al menos comprobar lo admirado que sigue siendo su padre. Allá donde esté, quizás acompañando otra vez con la guitarra de ritmo a Micky y algún otro de los Tonys, habrá escuchado y visto su voz e imagen en todas las emisores de radio y televisión. Bien está que, alguna vez, quien divulga pueda sentirse tan querido como aquellos a quienes divulga. Un abrazo.
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