Para un compañero crítico maltratado

Hace 27 años para Montserrat Caballé empezaban a pasar los mejores tiempos y ofrecía un concierto. En mis ya 45 años de crítico sólo he escrito media docena de notas a programas de mano. Había redactado las de aquella actuación por afecto a la cantante y expliqué en El País, donde entonces y desde hacía años Enrique Franco y yo nos repartíamos la crítica, que no veía honesto escribir la crónica de la misma. No lo entendieron y Rosana Torres recomendó a Juan Ángel Vela del Campo para que me sustituyese en la misión. Lo hizo con un inmenso palo a la soprano, que gustó mucho en la casa. Así empezó Juan Ángel en El País como crítico musical. Tras mi despedida, cuando no toleré un ejercicio de censura por parte del diario, se quedó en mi lugar Vela del Campo. Esta semana han decidido prescindir de él y sustituirle por Luis Gago. Obviamente tienen todo el derecho a ello, pero las formas deberían respetarse. No le han dejado ni despedirse con la crítica de “El público”, que viene a ser el testamento en el Real de su amigo Gerard Mortier. Él pensaba escribirla y por ello hasta asistió a su ensayo general a fin de documentarse mejor.

Juan Ángel ha ejercido la crítica en aquel diario desde unos postulados bien diferentes a los míos. De ahí que hayamos tenido encuentros y desencuentros, pero su valía periodística es indudable. Nos unió nuestra mutua amistad por Antonio Fernández Cid, con quien almorzamos más de una vez. Cuando falleció, prácticamente en mis brazos nada más empezar una conferencia sobre “Turandot” en su reencuentro con ABAO, Juan Ángel también estaba en Bilbao. Nos separó el Teatro Real desde aquel patronato en que me opuse a su contratación como adjunto a Elena Salgado en calidad de su asesor musical. Razoné y el patronato compartió mi opinión, que la directora general ya me tenía a mí en el patronato y en la comisión ejecutiva para asesorarla y gratis. Además podía nombrar a Vela del Campo director artístico y no a Lissner, a quien también proponía en aquella reunión, pero no tenía sentido nombrar un director artístico y un asesor personal. Visto lo visto con la incultura operística que ha demostrado Lissner estos días casi entiendo ahora a Salgado. Nos separó el propio nombramiento de Mortier, en el que él tuvo un papel fundamental. También su afición por escribir las críticas del Real en media hora nada más acabar cada premier. Y, sobre todo, nos separó su visión de la crítica como plataforma para otras actividades más lucrativas.

Siempre, a pesar de esas y otras diferencias, ha habido respeto y me atrevería a afirmar que cariño entre nosotros. Por ello no dudé en invitarle a mi programa de radio. Una de las virtudes de los Premios Líricos del Campoamor es la buena sintonía que promueve entre los miembros del jurado y Juan Ángel y yo hemos compartido propuestas y buenos caldos. Le deseo, de corazón, lo mejor en la nueva etapa que ha de emprender y estoy seguro que son muchos los amigos con los que cuenta en este momento. Pensaba jubilarse dentro de unos meses pero no de esta forma que no se merece. Gonzalo Alonso