A la búsqueda de una belleza etérea
A la búsqueda de una belleza etérea
Obras de Haydn, Bach y Liszt. Martina Filjak, piano. Palau de la Música Catalana, 29 de agosto.
Hacía tiempo que el Steinway & Sons del Palau de la Música, ¡qué gran piano!, no se transformaba y se evaporaba en minúsculos pixeles deseosos de entrelazarse para proyectar una luz cegadora de poesía.
A lo largo de los años, en el camino, uno encuentra voces llamativas que acarician los flashes con oscuros tentáculos rutilantes, no obstante, por fortuna, también hayamos jóvenes realidades rebosantes de significado. Y Martina Filjak es una de ellas.
Los buenos intérpretes son aquellos que tras emitir un sonido –me refiero a uno, no a dos– persiguen el significado con razón y humildad y, así, examinan el recorrido trazado. Tras entender de qué manera se ha desarrollado se calibran el resto de significantes para controlar, con sumo cuidado, un discurso que debe erigirse en un todo. Y Martina Filjak lo hace.
Una de las cuestiones atractivas y, a la vez, más peligrosas es cuando intentamos encontrar el tempo correcto de una partitura, es decir, cuando sobrescribimos con rectitud marcial o nos dejamos vencer por la emotividad del momento y damos cabida a una viscosidad amable, humana, pero peligrosa. Los dotados saben en qué momento, y no en otro, acercarse a un rincón del camino para, más adelante, volver al centro y no perderse en el bosque. Y Martina Filjak lo sabe.
Ella es, lo hace y lo sabe.
Poco público en el Palau. El segundo piso cerrado.
Como único bis, el Preludio Op. 9 de Scriabin para la mano izquierda.
Aplausos pocos… a la belleza etérea no hay que molestarla.
Israel David Martinez
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