Adiós a una mecenas
Adiós a una mecenas
El mundo de la música llora esta semana la pérdida de una mujer que dedicó buena parte de su ida a promover su difusión. La música no sólo está hecha de compositores y artistas, también son importantes quienes ayudan tanto a que pueda plasmarse en un papel como a que pueda convertirse en ondas y escucharse. Mozart y Beethoven tuvieron sus grandes protectores de la aristocracia. Chaikovsky encontró en Nadezhda von Meck apoyo económico y Wagner tuvo como fuente de inspiración para un célebre ciclo liderístico a Mathilde Wesendonck, esposa de un banquero. El matrimonio le ofreció una preciosa villa en donde el compositor pudo descansar y trabajar. Ella llegaría a escribir que “Yo fui Isolda”.
Carmen Mateu enlaza en no poca parte con este tipo de mujer de excelente posición social y apasionada por el arte. Era hija de Miguel Mateu i Pla, alcalde de Barcelona, presidente de la Caixa, de la patronal catalana “Fomento del Trabajo nacional” y embajador en París. Incluso dirigió la fábrica de Hispano-Suiza, la compañía automovilista fundada por su padre Damià Mateu, quien precisamente compró el castillo del siglo XIV donde se desarrolla el Festival de Peralada. La bellísima finca incluye un conjunto histórico-artístico declarado bien cultural de interés nacional con iglesia, convento, claustro gótico, jardines e incluso un pequeño lago. Carmen se casó en 1957 con el empresario Arturo Suqué Puig y el grupo familiar se amplió con el Casino, las bodegas o los museos del vino y el vidrio, que pueden visitarse en el complejo junto a una impresionante biblioteca de más de 80.000 volúmenes.
En el verano de 1987 tuvo lugar la primera edición del festival con la presencia de Montserrat Caballé, María Gallego, Raquel Pierotti, Dalmau González y Enrie Serra. Desde entonces, esta pequeña localidad del Ampurdán de menos de 2.000 habitantes se convierte en centro musical de Cataluña durante los meses de julio y agosto, con una programación muy ecléctica que abarca el pop, la clásica y el ballet, al que ella era gran aficionada. Por el festival han pasado Serrat, Nuréyev, la citada Caballé, Berganza, Domingo, Carreras, Flórez o Kaufmann, a quien ya no podrá volver a escuchar este verano. Tampoco podrá recoger la Medalla de Oro del Mérito a las Bellas Artes recientemente concedida, que se une a otras muchas distinciones como la Medalla de Oro del Círculo del Liceu o la Cruz de Sant Jordi. Aquella joven, un día estudiante de arte y decoración, se decantó por la ópera y el ballet, por el arte en definitiva, y decidió compartir su afición con todos nosotros, constituyendo todo un ejemplo de lo que debe ser la iniciativa privada con vocación pública.
Su vida no ha sido fácil estos últimos años, en los que, ya con un declinar físico notable, ha tenido que cuidar de su marido, pero sin duda la música le habrá proporcionado un gran alivio. Gracias, Carmen, necesitamos muchas como tu. Gonzalo Alonso
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