Adiós Edita, reina de la coloratura
Adiós Edita, reina de la coloratura
Una de las grandes de la historia de la ópera de las últimas cinco décadas falleció el lunes a la edad de 74 años en Zurich, según el anuncio de su familia, a través de la agencia Hilbert Artists Management de Munich. Una muerte desgraciada ocurrida, al parecer, al herirse en la cabeza tras caer a la piscina de su casa, que estaba vacía. Fue posiblemente la capital bávara, junto con Viena, Zurich -ópera donde mantuvo una relación tirante con Alexander Pereira a causa de un accidente de su hija bailarina- y Barcelona, la ciudad a la que estuvo más ligada. Así lo atestiguan las palabras de Serge Dorny, actual intendente de la Bayerische Staatsoper: “Con gran tristeza nos enteramos de la muerte de la incomparable Edita Gruberova. Aquí en la casa, tuvimos el privilegio de presenciar y celebrar sus grandes roles y éxitos. ¡Una pérdida dolorosa para todos nosotros! ” y otro tanto manifestó Nikolaus Bachler, el intendente durante muchos años de la carrera de la cantante, presente cuando ella decidió dejar los escenarios en 2019, precisamente en Munich.
También fue muy querida en España, triunfando por todo lo alto con una inolvidable “Linda de Chamonix” en Bilbao, con un “Roberto Devereaux” en concierto y el apoteósico recital en el Teatro Real de 2000, con los no menos apoteósicos de Oviedo de 2007 y 2009 o el emotivo de su despedida del Liceo de 2013, teatro con el que mantuvo una relación de más de 35 años y donde abordó “El rapto del serrallo”, “Traviata”, “Lucia”, “Ariadne auf Naxos”, “Puritani”, “Sonambula” o las reinas de la trilogía Tudor donizettiana.
Tuve la suerte de estar presente en muchos de sus grandes noches e incluso de conocer el apartamento donde vivía cuando trabajaba en Munich. Casualidades del destino, buscaba piso y un agente inmobiliario me lo enseñó cuando estaba aún amueblado con cosas personales. Me quedé parado al darme cuenta de que era aquel donde residió con su entonces marido, el director de orquesta Friedrich Haider, que la acompaño durante décadas en sus actuaciones. Allí estaba él y pudimos hablar largo y tendido.
Gruberova nació en Bratislava en 1946 y creció en circunstancias sencillas, pero también complicadas, ya que su padre bebía en exceso y ello afectó a su madre. Cantar en el coro de la escuela y en el de niños de la radio fue su escape de la dura realidad y las dificultades que atravesaba en casa. Tras estudiar en el Conservatorio de Bratislava y cantar en aquella ciudad obras como “El barbero de Sevilla”, debutó en Viena con la “Flauta Mágica” de Mozart en 1970 como la Reina de la Noche -uno de sus míticos papeles- para abordarlo cuatro años después en Munich. Su carrera fue ya imparable.
Edita Gruberova ensaya con Guillermo García Alcalde
Su repertorio fue muy amplio: Konstanze, Donna Anna, Rosina, Gilda, Violetta, Lucia, Maria Estuardo, Lucrecia Borgia, Anna Bolena o la Isabel de “Roberto Devereaux”, personaje con el que precisamente se despidió. Sin embargo quizá alcanzó una perfección inigualable en el papel de Zerbinetta de la “Ariadne Auf Naxos ” de Richard Strauss, que trabajó con Karl Böhm, aunque ella también se refirió muchas veces a la “Traviata” que cantó en el Met con Carlos Kleiber como uno de sus momentos más felices. Gruberova fue nombrada Kammersängerin en Austria y Alemania, así como miembro honorario de la Wiener Staatsoper.
¿Qué la hizo ser proclamada como la “Reina de Coloratura”? Sin duda el poseer una voz excepcional que la permitió pasar de los papeles de soprano ligera, con los que empezó, a los de soprano lírica sin que se resintiese el registro agudo. Eran increíbles sus escalas, sus trinos, sus florituras, la enorme extensión de su registro que llegaba a la estratosfera con aplomo increíble y, todo ello, con un timbre y un estilo absolutamente reconocible, una perfecta afinación y una capacidad de proyección del sonido que era envidia de sus colegas de repertorio. Pura pirotecnia vocal. Fue formidable escucharla en sus años de gloria y no tanto cuando, al pasar los años, se incrementó su tendencia a la edulcoración de las frases, a recrearse excesivamente en ellas.
Para los aficionados nos quedan afortunadamente un sinfín de grabaciones y videos de recitales y óperas completas. Baste recordar una “Lucia” junto a Alfredo Kraus, dos belcantsias por excelencia, como lo son José Bros o Ismael Jordi, tenores con los que trabajó ampliamente y que seguro estarán hoy apenados. Se nos sigue yendo la última gran época dorada de la ópera… Gonzalo Alonso
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