AFKHAM: GRAN ESPERANZA
AFKHAM: GRAN ESPERANZA
Wagner: escena final de “El ocaso de los dioses”: “Inmolación de Brünnhilde”. Shostakovich: “Sinfonía nº 7”, “Leningrado”. Gustav Mahler Jugendorchester. Iréne Theorin, soprano. Director: David Afkham. Ibermúsica, Serie Barbieri. Auditorio Nacional, Madrid. 14-4-2012.
Teníamos interés por ver en acción al joven director alemán David Afkham (Freiburg im Bresgau, 1983), sustituto en este concierto del anunciado y accidentado Ingo Metzmacher, Recordemos que Afkham era el elegido por la Orquesta Nacional para sustituir a Josep Pons, su titular hasta el momento. Ha causado excelente impresión. Por su gesto claro, muelle, elegante y, a la vez, preciso; por su envergadura y su suave autoridad. Su versión de la “Leningrado” circuló por derroteros distintos de los propios de un Gergiev, con quien ha colaborado. En vez de nervuda vibración, clara y lógica exposición; en vez de exasperado dramatismo, clara construcción y adecuada sucesión de acontecimientos.
Afkham, sin un gesto de más, de la manera más natural, hizo sonar brillantemente a la Joven Orquesta Gustav Mahler, constituida por un centenar de muchachos de ambos sexos, entusiastas y virtuosos. La batuta supo regular muy bien el largo “crescendo” del primer y repetitivo movimiento, y llevarlo a un fortísimo impresionante, abierto al desgarrado drama. El fantasmal Scherzo, el desolado Adagio y el convulso Final –en adjetivación de Pérez de Arteaga- encontraron en la juvenil interpretación su debida referencia. Por supuesto, la interpretación no tiene la pátina trágica de batutas más formadas.
No fue tan feliz la “Inmolación de Brünnhilde”. La sueca Iréne Theorin no posee el caudal, el metal, la amplitud adecuados para dar relevancia a la monumental despedida de la hija de Wotan. Aunque los agudos, no bellos, tengan proyección y vibración. Pero es una barbaridad enfrentarse a un orquestón semejante situado en la tarima, no en el foso. Por otro lado, no parece ser el fuerte de Afkham bajar el sonido al máximo con el fin de plegarse a las posibilidades de la voz. Pero dibujó con buena caligrafía las líneas maestras de la conclusión. Demostró cualidades que nos permiten augurarle un gran porvenir. No estaría mal que, al menos el principio, unido a la Nacional. La Secretaría de Estado de Cultura tiene la palabra. Arturo Reverter
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