Crítica: Aida Garifullina, Prokofiev, la mona , la seda y se queda
Prokófiev, la mona, la seda y se queda
73 FESTIVAL DE SANTANDER. Programa: Obras de Rimski-Kórsakov, Rajmáninov, Chaikovski y Prokófiev. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director: James Gaffigan. Solista: Aida Garifullina (soprano). Santander, Palacio de Festivales. Fecha: Sábado, 3 agosto 2024.
Por una cabeza, el tango de Gardel, fue la propina con la que la soprano de moda y del papel cuché, la tártara Aida Garifullina (Kazán, 1987), decidió cerrar la suigéneris actuación con la que el sábado inauguró la 73 edición del Festival de Santander. Fue un concierto extraño, ruso hasta la médula, en el que tras una primera parte conformada por arias, canciones y fragmentos sinfónicos de Rimski-Kórsakov, Rajmáninov y Chaikovski, la orquesta “acompañante” -la de la Comunitat Valenciana, titular del Palau de Les Arts- hizo brillar en solitario sus excelencias sinfónicas en una lectura de una selección de Romeo y Julieta de Prokófiev que su titular, el estadounidense James Gaffigan, cargó de vehemencia, impulso y nervio balletístico.
La Garifullina es dueña de bellas sonoridades, atractivo color y un registro afinado como un diapasón. Ella lo calibra y regula con talento natural y fácil, sin adentrarse en más averiguaciones. Canta con sentimiento, instinto y empeño en gustar. Es esta la primera, última y mejor impresión que se tiene y queda tras escucharla en los seis fragmentos rusos + un tango que centraron su esperada actuación en Santander.
Pero, realmente, hurgando más allá de la impresión, no hubo diferencias ni contrastes entre el conocido “Himno al sol” de El Gallo de oro que cantó en su primera intervención o el chirriante tango gardeliano del final, que a ciencia cierta nadie pudo saber si lo cantó en ruso, tártaro o español. O quizá en los tres.
Y este fue el talón de Aquiles de un programa que a la postre, pese a la grata belleza vocal y afinación, resultó monótono y monocorde. Todo sonaba más o menos a lo mismo. Y no precisamente por asunto filológico. La María de Mazzepa podría ser Iolanta, y la célebre Canción india de Sadko casi podría ser el tango de marras. ¡Hasta el de la Menegilda! Chaikovski como Rimski, Rajmáninov como Gardel… El público, siempre sabio aunque no conozca esto o aquello, certificó esta impresión con su respuesta templada, alejada de las pasiones que despiertan las grandes divas. Caballé, Victoria, Netrebko…
En el entreacto, la verdad, se hablaba más del despampanante vestido que llevaba que de lo que cantó y de cómo lo cantó. Cosas del tiempo, la publicidad y las redes, que pueden ser muy malas, sobre todo cuando importa más la forma que el fondo. El envoltorio, vamos: lo de la mona, la seda y se queda…
Lo más enjundioso del recital estuvo en el apartado sinfónico. Desde el primero momento, con el Capricho español de Rimski-Kórsakov que abrió el programa, Gaffigan y los músicos valencianos dejaron bien sentada su calidad sobresaliente. Intervenciones solistas tan sobresalientes como las de concertino, clarinete y arpa marcaron el nivel de excelencia de una orquesta que es puntera en el sinfonismo español.
Luego, la Polonesa de Yevgueni Onieguin -enfatizada en tiempo, acentos y decibelios quizá hasta el exceso- , fue preámbulo de -Garifullinas aparte- lo mejor de la noche: una selección del Romeo y Julieta de Prokófiev cuajada de brillo, lirismo, contrastes y virtuosismo, en la que orquesta y maestro volcaron sus mejores rasgos. Ahora sí: entusiasta y unánime respuesta del público cántabro. Como broche y pertinente final de esta inauguración un punto bipolar, los valencianos regalaron más Prokófiev, pero en forma de Cenicienta… El tango tanguero quedaba ya muy muy lejos…
Me parece una crítica bastante “ sexista “ y conste que ejerzo como “ woke”.. No recuerdo haber leído nunca sobre el atuendo de un divo más allá quizás que el pañuelo- amuleto de Pavarotti. Que Garifullina sea una mejor preciosa no requiere un insulto de mona sencillamente porque al crítico le pareciera monocromática su actuación.
Dicho lenguaje me parece de muy mal gusto.
Error : debe decir NO ejerzo
salvo la rendida admiración a la orquesta de referencia de su lugar de origen seguramente, crudo y “manca finezza” para Garifullina. Crudo y nada elegante, machista. No salvó ni al tango de Gardel.