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Por Publicado el: 02/02/2011Categorías: Crítica

Alagna resurge en París con

Premier en París
Alagna resurge en París
“Francesca di Rimini” de Zandonai. S.Vassileva, R.Alagna, G.Gagnidze, W.Joyner, etc. G.del Monaco, dirección de escena. D.Oren, dirección musical. Orquesta y Coro de la Ópera Nacional de París. París, 31 de enero.
Gabriele D’Anunnzio, autor entre otras obras de “El Inocente” llevado al cine por Visconti, fue un personaje peculiar en todos los sentidos. Sus escritos, tan originales como potentes y decadentes, discurrieron paralelos a su vida. En el lago Garda, donde se refugió al final de su vida, construyó una casa llena de objetos imposibles. Mussolini le apoyó en su adquisición a cambio de que a su muerte todo pasase al Estado italiano. Así sucedió y hoy es un museo único en su género, empezando por el enorme barco junto al jardín. Es en esta casa a donde Giancarlo del Monaco traslada la acción del drama de D’Annunzio basada en un episodio de “La divina comedia” de Dante, originalmente ubicada en el medioevo. Precioso en colorido y detalle, enormemente fiel al jardín original de aquella casa, el decorado del primer acto, que suscitó “¡Oh!” entre el público. Un par de estancias del interior de la mansión acogen las otras cuatro escenas que del Monaco maneja con su habitual instinto dramático. La ópera de Zandonai, llena de violencia y muy rica teatralmente, posee una música a medio camino entre el postpuccinismo y el postwagnerianismo. Fue una pena que la familia de Puccini no aceptase que Zandonai acabase su “Turandot” porque indudablemente posee más fuerza que Alfano. Daniel Oren extrajo sus múltiples colores con una orquesta que va ganado puntos desde que cuenta con un director titular.
Cuatro son los personajes principales. El Malatestino de William Joyner no es para nada el jovenzuelo de pequeña estatura que indica el texto, sino un gigante de casi dos metros, a quien no acompañan en la misma medida los agudos que requiere esta parte tenoril. El barítono George Gagnidze sí que en cambio reúne la característica principal para Giovanni, el deforme y ultrajado marido e Francesca, que no es otra si no un caudal poderoso. Roberto Alagna, desterrado de La Bastilla durante años, se enfrenta a una parte escrita para un tenor de mayor peso vocal del suyo, pero se encuentra en plena forma y supera la prueba con notable, lo que pocos podrían lograr hoy. Svetla Vassileva, a quien se escuchó en Madrid en sus inicios en “Traviata” y en Sevilla en “Travador”, ha evolucionado muy positivamente hasta poder encarnar satisfactoriamente un papel pensado para una gran actriz-cantante tipo Olivero o Scotto. París bien vale una misa y más si media una obra tan interesante y difícil de ver como “Francesca di Rimini”. Gonzalo Alonso

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