Albeniz recupera su anillo
«The Magic Opal»
De Isaac Albéniz. Voces: Javier Franco, José Ferrero, Estefanía Perdomo, César San Martín, Marina Pardo… Orquesta Sinfónica Chamartín. Coro Talía. Directora: Silvia Sanz Torre. Auditorio Nacional, Madrid. 27-II-2010.
Consagrado ya como uno de los más potentes creadores para el teclado y, muy recientemente, reconocido como refinado autor de canciones y operista de alto interés, se nos abre ahora otra veta de Albéniz gracias a la estupenda edición crítica que de esta opereta ha realizado el vigués Borja Mariño. El trabajo nos permite apreciar el aplicado y genial mimetismo del compositor que en esta obra londinense de 1893 supo seguir aplicadamente la línea de Sullivan o Lecocq; en claro paralelismo con las producciones de Offenbach, Strauss o, posteriormente, Léhar. Nuestro músico puso de manifiesto en esta espumosa partitura –que no se escuchaba desde 1894– un oficio asombroso y unos resortes expresivos y melódicos excepcionales.
No hay genialidad, ni especial inspiración, pero sí facilidad expositiva y gracilidad para edificar conjuntos de lo más variados y amenos, en los que se entreveran, en ocasiones hábiles líneas contrapuntísticas, retazos de temas y de ritmos, muchos de ellos ternarios, que ofrecen un reconocible aroma hispánico; junto a determinados elementos de superficial exotismo, advertidos ambos ya en la Obertura. Se suceden los tradicionales «couplets», las arias y los animados «concertati» al servicio de una pueril y complicada trama, escrita por Arthur Law, en torno a una sortija mágica.
Levantar este edificio es mérito de la heroica Silvia Sanz. Es cierto que la sonoridad, la conjunción y la afinación generales fueron relativas, pero ello no desmerece el positivo resultado, aupado por una batuta firme y clara, aunque escasamente poética y matizadora. En el extenso reparto descollaron el tenor José Ferrero, seguro, con buen apoyo y excelente centro, y la soprano Estefanía Perdomo, lírico-ligera de timbre claro y penetrante y aceptables maneras interpretativas. Los demás cumplieron, bien que sus intervenciones no fueran siempre audibles.
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