Critica: Alexander Liebreich, de amigo a amigo…
Alexander Liebreich, de amigo a amigo…
TEMPORADA DE OTOÑO del Palau de la Música. Programa: Obras de Haas (Estudio para orquesta de cuerda), Martinů (Concierto para oboe y orquesta) y Strauss (Sinfonía Alpina). Orquesta de Valencia. Solista: François Leleux (oboe). Director: Alexander Liebreich. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.781 personas (lleno). Fecha: viernes, 18 de octubre de 2024.
Apenas pocos minutos después de concluir el viernes el concierto de la Orquestra de València con su titular, Alexander Liebreich, y el concurso solista del actual artista en residencia, el oboísta francés François Leleux, el crítico recibe un WhatsApp de un amigo músico interesándose por cómo había ido. La respuesta de amigo a amigo la comparte ahora el crítico con sus lectores, también amigos y confidentes: “La Orquesta, mejor de lo que esperaba. Faltó fantasía, teatro y rollo narrativo.
Liebreich dirigió bien, como de costumbre, pero se empeñó tanto en que las cosas salieran en orden, que se olvidó de la narrativa y de la straussiana ‘excursión alpina’. Lo de Leleux en la primera parte (Concierto para oboe de Martinů) ¡es de otro mundo!”. Réplica inmediata: “Leleux es un grandísimo ¡esperemos que se olvide de la batuta!”.
Efectivamente, lo de Leleux -que también hace sus pinitos con la batuta- fue lo más memorable de este programa cargado de sentido y vecindades. Entre los bávaros Strauss y Liebreich, el checo Martinů y el moravo Pavel Haas, paisano y discípulo de Janáček, y cuyo Estudio para orquesta de cuerdas fue preludio de tan hilvanado programa y de una noche de gran música y finos sentidos. Músicos y músicas contemporáneas, sí, pero, como escribe Ramón Puchades en las notas al programa, “alejadas en estilo y carácter; disimiles e incluso antagónicas”. En cualquier caso, páginas de relieves e intereses evidentes.
Lo es el breve Estudio para cuerdas, nacido en circunstancias difíciles, en 1943, en el campo de concentración de Terezin, donde estaba recluido el judío Haas, quien finalmente muere en Auschwitz en octubre de 1944, con 45 años. Liebreich, fervoroso defensor de la gran música checa y morava, firmó una lectura cuidada en la que las cuerdas de la Orquestra de València se superaron a sí mismas en un trabajo meticuloso e implicado, con la obra y con el maestro.
Tener como artista en residencia a un as de la interpretación de nuestro tiempo como el francés François Leleux (1971) es un privilegio para la OV, sus abonados y para la vida cultural valenciana. Su clase de oboísta y artista asoma en cada nota e instante. La calidad del sonido, nítido y afinado como un diapasón, el sentido del fraseo, la articulación, la naturalidad y, sobre todo, el trasfondo expresivo de este artista mayúsculo, lo convierten en algo único que rebasa incluso el propio instrumento.
Tocó el infrecuente Concierto de Martinů con la pasión, soltura y entrega de quien está tocando los de Mozart o Strauss. Si en el mundo de la interpretación se pudiera hablar de un “ideal”, sin duda Leleux figuraría en el selecto Olimpo de los que lo rondan, sentado junto a dioses como Guilels, Kleiber, Oistraj, Alicia de Larrocha, Rubinstein o tantos otros… Inenarrable,
Strauss ha sido y es uno de los caballos de batalla y grandes amores de su paisano Liebreich, quien incluso ha sido director artístico del Festival Richard Strauss de Garmish-Partenkirchen. De ahí, quizá y paradójicamente, el que su versión de la Sinfonía Alpina se haya sentido excesivamente cuidadosa y precavida. Sabedor de las dificultades de tantos tipos que plantea su interpretación, se mostró más atento a que todo estuviera en orden y concierto, y evitó lanzarse sin red a la detallada aventura alpina que narra Strauss por las mismas montañas que hoy frecuenta su intérprete.
De alguna manera, la responsabilidad ante el comprometido pentagrama impidió a Liebreich ver y volcarse en los paisajes y situaciones. El maestro triunfó en alcanzar una respuesta más que notable de una orquesta que sonó con esmero y calidad instrumental en todas sus secciones, con particular aplauso al solista de oboe, toda la noche sobresaliente. Pero faltó escalofrío y fascinación, frío y calor, noche y día, calma y tempestad, sosiego y nervio, lirismo y voluptuosidad. En cualquier caso, una versión muy por encima -a años luz- de anteriores firmadas por la propia Orquestra de València. El éxito fue tan total como el obtenido por Leleux en la primera parte del programa. Razones hubo, desde luego. ¡Bravo, amigos!
Publicado en el diario Levante el 20 de octubre de 2024.
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