Critica: Sinfonismo de altos vuelos con Pedro Halffter
Sinfonismo de altos vuelos con Pedro Halffter
Obras de Brahms y Strauss. Margarita Sikoeva, violín; Dragos Balan, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Pedro Halffter. Auditorio Nacional, 30 de abril de 2024.
Tras la interesante, que no bien rematada del todo, versión de la Sinfonía nº 4, Romántica, de Bruckner, con Pablo Heras-Casado en el podio, teníamos ahora, en la séptima sesión de la temporada de la Sinfónica en el Auditorio Nacional, bien lejos del Teatro Real, a Pedro Halffter como protagonista. Es un maestro que, batuta en mano, se crece ante las obras mastodónticas. Sabe sin duda entender bien las complejas estructuras polifónicas de los poemas sinfónicos de Richard Strauss. Su última aventura en este terreno fue una muy bien diseñada y ejecutada Sinfonía Alpina (1915).
Le ha tocado ahora el turno a la Sinfonía Doméstica (1903), en la que el compositor logró una pintura grandiosa que buscaba, curiosamente, la descripción o la evocación de unas escenas familiares. La mano del músico bávaro levanta un edificio deslumbrante, un tanto aparatoso, es verdad, pero de una maravillosa complejidad y de una apabullante brillantez, que muestra la pericia de uno de los mayores maestros de la historia del arte de orquestar, como destaca en sus siempre amenas notas José Luis Temes.
Hasta 9 trompas animan el caudaloso curso, bien orientado por el gesto amplio y claro, eficaz, brioso y orientativo de Pedro Halffter, que supo dibujar desde el principio la primera frase lírica, tan característica de las efusivas escenas domésticas. Enseguida se apuntó de manera transparente el segundo tema. Bien encauzados los juegos de las maderas (brillantes en todo momento) y lucimiento del corno inglés de Álvaro Vega. Los distintos motivos fueron bien resaltados sin transiciones bruscas. Hubo delicadeza en la pintura a la acuarela del Adagio y calor en las frases que describen la arrulladora canción de cuna.
Crecimiento progresivo y bien medido hacia el gran clímax y la resolutiva modulación que marca un nuevo curso de la música y da paso al esplendoroso fugato de tan complicada planificación, aquí bastante bien conseguida en general. Los metales se lucieron a base de bien y contribuyeron a la contundente reafirmación postrera del tema lírico, transformado una y mil veces. Cierre en su punto y muchos y fervorosos aplausos. Los hubo también al final de la primera parte, tras la ejecución del Doble Concierrto para violín y violonchelo de Brahms, en el que fueron solistas dos excelentes instrumentistas de la Orquesta. Margarita Sikoeva, primer atril de los segundos violines, mostró su delicado fraseo y su musicalidad a través de un sonido delgado y agradable a falta de una mayor definición y de un más reconocible impulso.
Por su parte, el primer chelo del conjunto, Dragos Balan, puso de manifiesto una vez más su enjundioso sonido, ancho y muelle, a falta quizá de una suavidad mayor en ciertas frases delicadas. Es instrumentista seguro y caudaloso y se entendió en general bien con su compañera, sin especiales problemas de ejecución. Halffter acompañó con seguridad, más allá de episódicos desajustes, como el del final del Andante, y de que la sonoridad global resultara un tanto gruesa, agreste, con lo que se perdió algo de esa bien labrada y estudiada tímbrica y lirismo de natura propias de la música brahmsiana.
Los dos solistas ofrecieron un hermoso bis trazado sobre imitaciones de una conocida melodía popular. Arturo Reverter
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