Amoral
Amoral
De esta forma tan equívoca firma sus email Antonio Moral, persona peculiar y por ello a veces incomprendido, amado u odiado sin términos medios. Acaba de dejar la dirección artística del Teatro Real y está a la espera de incorporarse a un puesto de reciente creación del INAEM. Moral ha redondeado su trabajo en el Real con una temporada importante, de las mejores hasta la fecha, que ha anticipado esas excelencias futuras de las que tanto se habla. Su labor en estos cinco años ha sido muy positiva, a pesar de que sólo pudo programar íntegramente tres temporadas. Otros dos años habrían venido bien a su proyecto. Empezó con mucho barroco en la cabeza pero, como es inteligente, supo racionalizarlo y combinarlo con el gran repertorio y el contemporáneo. En el tintero se le han quedado coproducciones firmadas o apalabradas con los primeros teatros europeos, como un “Caballero de la rosa” con Christof Loy, anulado por su sucesor, que se iba a ver antes en el Real que en la Scala.
Antonio posiblemente seguiría en el Real si hubiese optado por algún “politiqueo” de ese al que presume haberse negado, porque en la vida todo es compromiso. Pero Moral es muy suyo y está muy orgulloso de ser cómo es. Reúne méritos extraordinarios, empezando por la de ser una buena persona. Nadie puede dudar de su capacidad de iniciativa, que le ha llevado del mundo de los ATS -de aquí esa forzada seguridad prepotente que no precisa y no le beneficia- a fundar la revista “Scherzo”, a inventarse el Festival Mozart en Madrid y la Coruña, a montar los espléndidos ciclos de cámara o lied, los Siglos de Oro, todo el “backoffice” de la música en la Fundación Caja Madrid, a relanzar las Semanas de Cuenca y, en fin, a asumir la responsabilidad artística del Teatro Real con muchos más aciertos que errores. No le falta iniciativa y, por eso, no entiendo cómo se va a conformar manejando tan sólo dos millones de euros en su nuevo puesto en vez de los treinta que tenía en el Real. ¿Acaso no estaría mucho mejor sucediendo a Olmos en el Teatro de la Zarzuela? Porque además nuestra zarzuela precisa de alguien con su imaginación y empuje para renovar espectáculos. El INAEM habría de reconsiderarlo. Gonzalo Alonso
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