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Por Publicado el: 14/09/2005Categorías: Crítica

Ana Belén y Miguel Ríos edulcoran Weill

Septiembre sinfónico
Ana Belén y Miguel Ríos edulcoran Weill
Obras de Kurt Weill. A.Belén, M.Ríos, LL.Vidal Trío. Orquesta Nacional de España. J.Pons, director. Auditorio Nacional. Madrid, 14 de septiembre.
La Orquesta Nacional de España ha tenido el acierto de preparar dos programas que, bajo el título de “Septiembre Sinfónico”, agrupan una serie de piezas populares y que sirven bien de introducción a la temporada propiamente dicha. Así, tras la “Noche Americana”, le llega turno a la “Noche Alemana” con varias canciones pertenecientes a diferentes obras de Kurt Weill. De alguna forma ambas “noches” quedan enlazadas, ya que no en vano Weill terminó sus días en Nueva York. Y, si en el concierto anterior se contó con la baza siempre atractiva y segura de Rosa Torres-Pardo, aquí se ha apostado claramente por un enfoque mucho más popular, ya probado en otras ciudades españolas, atrayendo un público muy diferente al de sus abonados. Ana Belén y Miguel Ríos son personajes que incluso han sobrepasado las barreras de la otra música a la que se dedican. El especial ambiente se percibió desde los calurosos aplausos de bienvenida.
Hablar de Weill es hablar de Bertolt Brecht, con quien comenzó a colaborar en 1927. De su trabajo en común nacerían “La ópera de la perra gorda”, sucesivamente “Happy End” o “Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny”, las tres óperas que constituyen el núcleo central de la propuesta presente, que se completa con piezas de obras compuestas en su exilio americano, como “Una mujer en la penumbra”, “Venus era mujer” o “Estrellas en la oscuridad”.
Las partituras alemanas, desde que las cantase Lotte Lenya, han atraído siempre a voces femeninas de géneros musicales no clásicos. Así, en nuestros días, quizá su máxima representante sea Ute Lemper, aunque muchos prefiramos aún el desgarro de la inconmensurable Milva. Esta es justo la cuestión. El mundo del cabaret, el mundo de sordidez social que denuncia Weill, exigen un modo de interpretar más agresivo que el de Ana Belén y Miguel Ríos, a quienes tanto admiramos en otros cometidos. Como son profesionales, saben defenderse, estar en escena y casi llevarse a su terreno estas músicas, aunque los micrófonos no siempre resultasen una ayuda. Pero llamar a alguien “chuloputas” o “cabrón” precisa desgarro hasta romper la voz y no siempre se evitó la peligrosa sensación de estar en una terraza en Benidorm. Indudablemente sus aciertos fueron mucho mayores en las canciones de la etapa americana, de bastante menor mordacidad, pero en las que encajaban mejor los arreglos hollywoodenses y jazzísticos empleados por Josep Pons.
Una experiencia, premiada con un gran éxito, con más contenido mediático que musical, pero refleja los tiempos que corren y la necesidad de atraer nuevos públicos. Lástima que estos carezcan mayoritariamente de referencias. Gonzalo Alonso

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