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Por Publicado el: 26/09/2007Categorías: Crítica

“Andrea Chenier” desde la nevera

Apertura temporada del Liceo
“Andrea Chenier” desde la nevera
“Andrea Chenier” de Giordano. J.Cura, D.Dessi, C.Alvarez, M.Rodríguez-Cusí, V.Cortez, I.Mishura, M.A.Zapater, E.Serra,P.Cutlip, F.Vas, J.Ruiz, etc. P.Arlaud, dirección escénica. P.Steinberg, dirección musical. Producción del Nuevo Teatro Nacional de Tokio. Orquesta y Coros del Liceo. Teatro del Liceo. Barcelona, 25 de octubre
Apenas han pasado unos años, pero qué lejos quedan aquellas inauguraciones de temporada llenas de joyas, etiqueta, abrigos de pieles …y hasta protestas con lanzamiento de huevos. La fecha parece ahora una función más y no sólo en lo social, sino también en otros aspectos más importantes. Un teatro de la categoría del Liceo debería abrir temporada con una producción propia y no, como la presente, alquilada a Tokio. Dicho lo cual, la actual programación merece una felicitación, por su variedad, equilibrio y espectacular compañía de cantantes. Hoy aún la referencia en España.
Otra cosa es que luego los resultados no alcancen los objetivos, como ha sucedido con un “Andrea Chenier” de reparto de campanillas. Es pecado mortal que una ópera verista no emocione y el espectáculo de Philippe Arlaud presentado en el Liceo parece salir de la nevera y no sólo por las imágenes congeladas de cada final de acto. Estamos antes postales realizadas con los tres colores de la bandera revolucionaria francesa en las que los intérpretes son pasmadotes. La guillotina está siempre presente directa o indirectamente, pero nadie parece tenerla miedo. Culpa de ello es también la dirección musical del tantas veces solvente Pinchas Steinberg, muy fuera de estilo.
Los cantantes, puestos en medio de tales conceptos, sólo pueden defenderse. Es lo que hizo Carlos Álvarez, con una orquesta que se le echó encima en su aria inicial. Cantó bien el “Nemico della patria” pero le faltó colocar la expresión emotiva justa en cada palabra del fraseo para que su interpretación brillase paralela a la calidad de su voz. Escuché por vez primera a José Cura cantando precisamente el aria inicial de Chenier en Viena, en una de las primeras ediciones de Operalia. Me entusiasmó entonces y me satisface ahora. Cumplió en los dúos, pasó sin pena ni gloria en el “Si fui soldado” del tercer acto y, en cambio no mereció el aprobado en un tan atropellado “Como un bello día de mayo”, que más bien pareció un día ventoso de agosto. Superó sin problemas los agudos de toda la parte, pero definitivamente el lirismo no es lo suyo. Posiblemente revista más interés lo que pueda hacer en otro reparto Fabio Armiliato, a pesar de contar con menor potencia vocal. Por fortuna Daniela Dessi pisó el escenario en sustitución de una Debora Voight, indispuesta oficialmente y oficiosamente sin dominar el papel. Ella no sólo se defendió sino que emocionó. Quizá el papel exija más fuerza vocal y quizá sufriese en los agudos, pero cantó, matizó, apianó, interpretó y transmitió. Fue elemento fundamental en que el triunfo final fuese mucho más caluroso de lo que correspondía, sin más que algunas protestas aisladas para las direcciones escénica y musical. Cuidadísimo el reparto de los papeles secundarios, con grandes nombres del pasado alternando con otros del presente. Gonzalo Alonso

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