Andrea Chenier en Bilbao: un trío de altura
Andrea Chenier en Bilbao
Un trío de altura
“Andrea Chenier” de Giordano. F.Armiliato, D.Dessi, J.Pons, A.Rivas, V.Cortez, A.Arrabal, J.Ruiz, A.Echevarría, etc. Orquesta Sinfónica de Szeged y Coro de la Ópera de Bilbao. R.Palumbo ,dirección musical. I.Stefanutti, dirección escénica. Palacio Euskalduna. Bilbao, 16 de abril.
Una ópera que habla de revolución, odios, divisiones y sangre, pero también amor, llegó al Euskalduna el día de reflexión. Mucho texto hay en “Andrea Chenier” en el que encontrar paralelos, pero no es éste el lugar. Asistimos a una revolución un tanto tradicional, proveniente de Parma y Catania. París surgía de un gran decorado en dos planos: atrás las casas de un barrio típico y delante, móviles, los diversos escenarios de los cuatro actos. Nada nuevo tampoco en los movimientos, pero todo tan correcto como para que la puesta en escena se aplaudiese sin desacuerdos.
Renato Palumbo se fue dejando llevar por el dramatismo de la partitura hasta desbocar el sonido, llegando a obligar a los cantantes a forzar más de la cuenta y, en ocasiones, a sepultar sus voces. Energía y decibelios no son la misma cosa. Afortunadamente hubo calidad en coro y orquesta.
Lo mejor vino del apartado vocal, con un trío protagonista del máximo nivel y un muy cuidado reparto de segundos, empezando por Viorica Cortez, emotiva Madelon y más estridente condesa.
Fabio Armiliato revalidó la excelente impresión causada en este mismo papel en Sevilla hace cuatro años. Chenier es probablemente el mejor de sus roles y estamos ante un papel que tenores como Gigli, Monaco, Bergonzi o Domingo han reservado para grandes ocasiones. Empezó bien sus cuatro arias, pero las terminó aún mejor y siempre logró vencer a la orquesta sin perder musicalidad. Daniela Dessi, su enamorada pareja dentro y fuera del escenario y artista en él, supo reflejar la frivolidad de Magdalena en el primer acto y la angustia en los restantes, aunque es deseable un mayor peso del centro en la parte final de “La mamma morta”. Vibrante el dúo final de ambos. Gerard es uno de los caballos de batalla de Juan Pons, con el que triunfa en Nueva York o en Viena. A su composición del mayordomo venido a más no le puede poner ningún reparo ni vocal ni escénico. Se le debería escuchar mucho más en España. El siempre frío público de las primeras bilbaínas se rindió desde el primer momento a estos tres artistas, hoy por hoy de los más adecuados a sus respectivos papeles. Gonzalo ALONSO
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