Ángel Ódena. “Intento disfrutar lo que tengo”
- Lo que me interesa es que la música emocione.
- No todo se puede cantar igual. De bien o de mal. Es imposible.
- Los artistas españoles lo tenemos más crudo.
- La satisfacción tienes que procurar encontrarla día a día.
Si a estas alturas de su carrera operística -que arrancó en 1994 con una Bohème en el teatro Petruzelli de Bari-, su calidad se mide por la demanda, el tarraconense Ángel Ódena es un barítono de lujo. Basta con revisar su agenda y comprobar que desde que arrancó la temporada, no se ha dado tregua. A la producción del Roberto Devereux que abría en septiembre el curso del Real madrileño, le siguió el Otello de Sevilla. Seguidamente vino Il duca d’Alba de Oviedo para, tras el paréntesis navideño, enfrascarse en el Juan José del Teatro de la Zarzuela madrileño donde, hasta el día 19, interpreta el papel que da nombre a la única “ópera grande” de Pablo Sorozábal, que se presenta con carácter de estreno absoluto en producción escénica.
P. Después de más de veinte años en la brecha ¿Se siente satisfecho con el balance?
R. Lo de la satisfacción es muy relativo. En la vida artística y en la cotidiana. Yo no puedo segregar ocho horas de mi día para ser cantante y el resto no, porque no es así. Esta profesión afecta a mi vida personal por razones que van desde tener que estar fuera de casa por los viajes, a comprobar cómo influye en el canto estar mal físicamente. Lo que intento es ser feliz en conjunto. La satisfacción tienes que procurar encontrarla día a día. He llegado a un punto de mi carrera en el que intento disfrutar lo que tengo y no amargarme por lo que no tengo. Claro que me apetecería cantar papeles que me gustan y no he hecho. O en teatros en los que aun no he debutado, está claro. No lo voy a negar. Como siempre miras hacia arriba, no hacia abajo, crees, como todos los compañeros, que mereces estar en los mejores sitios. Pero al tiempo tienes que ser realista, porque hay mucha competencia en este trabajo, que es un “negocio”, también. Esa parte es la que peor llevo. Si te dedicas a esto es porque te gustan el canto y la música en general. Y en mi caso es así.
P. ¿Cuáles son estos teatros que echa en falta?
R. Hay tres en los que me apetecería haber cantado: la Ópera de Viena, la de París y la Scala de Milán. Me gustaría que llegase el momento, pero ya se sabe que todo esto funciona por agencias y demás. Alguno diría que mafias, pero no lo son. Simplemente, funcionan por parámetros de competitividad, en un juego en el que todos participamos. Lo difícil es conseguir que todo esto no contamine tu arte. Debemos tener los pies en el suelo, y toda mi vida he intentado que así sea. Para mí, una virtud importantísima es ser humilde, que en ningún caso significa ser un tonto sin ambición, ni mucho menos. La humildad pasa por mirarte al espejo y comprender que cada cual es como es. que olvidarse de recurrir como meta a estar en determinado teatro, y pensar que en este momento estás haciendo en el Teatro de la Zarzuela Juan José, un rol que me encanta, como me encanta la obra en su conjunto. Y que al público que viene a verla le gusta y lo manifiesta.
P. Un teatro mítico como el MET de Nueva York lo pisó para un Trovatore, pero no ha vuelto
R. Tuve la posibilidad de hacerlo, y espero volver a tenerla. Pero acabé desechándola, porque al mismo tiempo me ofrecieron una Forza del destino en Washington, y decidimos que era mejor. Al final, por mala pata, me tuvieron que operar en esos días, y me vi obligado a cancelar. La vida es así. Parece que no somos normales, y lo somos. La última invitación que me llegó del Met era para cover de Yago en Otello, y no me veía de suplente allí, coincidiéndome con el Roberto Devereux del Teatro Real.
P. ¿Se reconoce en esta obra de Sorozábal?
R. Juan José es una ópera difícil, dura, musicalmente complicada, pero hemos hecho un trabajo escénico muy bueno con José Carlos Plaza, a quien adoro tanto artística como humanamente. Nunca puedes decir de alguien que es el mejor, pero si de los mejores directores con los que he trabajado. Coincidimos primero en La Dolores del Teatro Real hace algo más de diez años, y después en El Gato Montés, por la que nos premiaron en los Campoamor, a cada uno en su parcela, reconociendo un trabajo que recuerdo tan fructífero como intenso.
P. ¿Cómo ha sido este?
R. Igual de intenso y de preciso, lo que pasa es que la ópera es diferente. Más dura, sin picos tan extraordinarios como en el Gato, con melodías como el pasodoble, que fascinaban al público.
P. ¿Con Miguel Ángel Gómez Martínez había coincidido anteriormente?
R. Hice un par de cosas con el maestro hace mucho tiempo. La primera, un concierto en Sevilla por el décimo aniversario del Maestranza. Después, preparamos en Valencia Roger de Flor, que finalmente no se hizo por razones políticas. Cuando se recuperó, me llamaron, pero no pude cantarla porque estaba haciendo otra cosa.
P. Gómez Martínez califica Juan José de “Puccini avanzado”·. La formación pucciniana de alguien que como usted debutó con una ópera suya ¿Le ha servido en esta ocasión para ahormar el personaje?
R. Es verdad que es una evolución de Puccini. Y claro que mi experiencia en ese compositor me ha servido. Comentaba ayer con algunas personas, que del mismo modo que hablamos de cantantes puccinianos, deberíamos hacerlo de cantantes sorozabalianos. Así como en Puccini la melodía la encuentras en todas partes, aquí hay algunas preciosas, sobre todo para el tenor y algunas de las mías. Pero también mucho, digamos, recitativo contínuo, que no ves tanto en Puccini como en Wagner. Además de una gran orquestación que exige para todos tesituras muy anchas, tanto por arriba como por abajo. Lo interesante en este caso es que aprendes a cantar con una orquestación de este tipo, que a veces puede parecer que te obliga a dar más de lo que puedes. Yo aquí, lo que intento es cantar, aunque esté escrito de una forma que podría romperte la voz. Modestamente, intento hacerlo con mi técnica para que sea siempre canto, aunque a veces da la impresión de que en lugar de cantar estás gritando.
P. Llegada esa relexión ¿Cómo se lleva con los contemporáneos?. ¿Su límite se queda en el Montsalvatge de Una voce in Off?,
R. He cantado pocas cosas en concierto, y diría que nunca en teatro. A mí lo que me interesa es que la música emocione. Además de sensaciones, debe tener emociones, porque yo me baso en ellas. Habría que ver quien y de qué modo se ha apropiado del término contemporáneo, porque Montsalvatge, Toldrá o García Abril también lo son, y no escriben de esa manera. García Abril no es sólo un contemporáneo. Ahí lo tenemos, viviendo. Y entre sus canciones, después de haber tenido el privilegio de participar en la colección de discos que las reunía, hay algunas maravillosas, que te hacen sentir, y llorar de sentimiento. Eso es lo que tenemos que hacer los artistas en todos los aspectos: remover emociones.
P. García Abril tituló su discurso de entrada a la Academia de San Fernando Defensa de la melodía.
R. Y yo, que no soy musicólogo, creo en la melodía es lo que emociona. Aunque eso dependerá luego de cada uno, porque puedes conseguirlo, y eso está bien, a través de la sensación, como me ocurrió viendo el Gaudí de Guinjoan,.
P. Volviendo a Sorozábal. Después de haber cantado su Katiuska ¿puede comparar el grado de satisfacción entre el zarzuelístico y el operístico?
R. No sabría, porque no tienen nada que ver. De Sorozábal, aparte de arias sueltas, sólo he cantado al completo una producción fantástica de Katiuska que dirigió Emilio Sagi. No conozco su Adiós a la bohemia, que al parecer se asemeja más a Juan José. Intuyo que estos compositores tenían dos chips distintos, a los que recurrían, alternándolos según si escribían ópera o zarzuela. Dependiendo de lo que querían demostrar.
P. Jekyll y Hyde
R. Eso es. Katiuska es preciosa, con dúos y romanzas, como Calor de nido, que me encantan. La música de Juan José no tiene nada que ver.
P. ¿Dónde se encuentra mejor?
R. Vocalmente, no voy a mentir, en Katiuska, porque hay mucha más melodía. En el caso de Juan José, no sabría que decir, al no poder separar el gran trabajo musical y escénico que hemos hecho con estos papeles que te pueden llegar a dar miedo, y te obligan a ir con mucho cuidado, para que no te provoquen incluso daño físico. Katiuska no es así. De modo que si me ponen a elegir, de entrada diría que la zarzuela, porque llega más al público y disfrutas doblemente. Con Juan José, pensando en los compañeros, quedándome yo al margen, se ha conseguido una gran creación. Estamos haciendo una obra de teatro en la que hemos puesto una gran ilusión, y me parece que así lo ha visto todo el mundo. La mayor parte de los espectadores están alucinados por lo que allí se cuenta. Que, desgraciadamente, son cosas radicalmente actuales, de miseria, hambre, paro, violencia de género…
P Le queda algo pendiente en Madrid.
R. En el Real, por lo pronto, cantaré en un Otello la temporada que viene, y quedan algunas cosas aun por cerrar. Y en la Zarzuela tengo varios compromisos que, por no ser descortés, no quiero adelantar antes de que se anuncien oficialmente.
P. Se siente bien tratado en los teatros de España
R. No puedo quejarme. Aun así, los artistas españoles lo tenemos más crudo. Siempre debemos demostrar más que los de fuera. Y en esta carrera, si haces bien una función, se ve como lo normal, hasta que un día te sale un gallo, y se convierte en un desastre del que toda Europa se entera. Pero es que en cuatro meses han sido Roberto Devereux, Otello, Duca d’Alba y ahora Juan José. Así que reflexiono y me digo a mi mismo que no todo se puede cantar igual. De bien o de mal. Es imposible: porque los roles son diferentes, y porque nosotros, que somos personas, no siempre estamos iguales al cien por cien. Depende de las funciones. Pero muchas veces tu mismo te metes mucha presión. Y no vale la pena, porque luego las críticas te pueden masacrar, incluso con insolencia. Yo no espero que me dejen bien o mal. Admitiendo que el mío es un trabajo expuesto, lo mejor es no leer lo que dice cierto tipo de gente. Juan Antonio Llorente
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