La Filarmónica: Grandes expansiones líricas
Grandes expansiones líricas
Obras de Beethoven y Rachmaninov. Staatskapelle Weimar. Viviane Hagner, violín. Director: Antonio Méndez. Auditorio Nacional, 14 de noviembre de 2017. Temporada La Filarmónica.
Programa dividido entre el romanticismo mesurado y melodioso del Concierto para violín de Beethoven y el postromanticismo algo “demodé” de la gigantesca y algo plúmbea Sinfonía nº 2 de Rachmaninov. La primera obra, fluidamente organizada por la ágil batuta del mallorquín Antonio Méndez (1984), que acompañó con mucho mimo, tuvo como solista a la muniquesa, de madre coreana, Viviane Hagner, intérprete sensible y cuidadosa, musical y poética. Empezó regular, con sonido algo esmirriado y afinación dudosa, pero fue asentándose poco a poco hasta alcanzar interesantes cotas expresivas y resolver con fortuna pasajes endiablados, como los de la monumental cadencia de Kreisler del primer movimiento.
Ahí su sonido se hizo más redondo e igual y se acentuó su pulcritud. Mostró un “legato” estupendo en el “Larghetto” y se la vio dispuesta en los caracoleos del “Rondó”, con una cadencia no tan afortunada. En todo caso, quedó demostrada su capacidad de concentración. Tuvo buen soporte en un conjunto orquestal bien equilibrado, de resonancias tímbricas muy germánicas, caluroso y dotado de unos vientos formidables, potentes, empastados, causantes principales del atractivo espectro sonoro de que hace gala esta histórica agrupación.
Méndez supo aprovechar estas virtudes para construir una rotunda y completa, sin cortes aparentes, versión de la obra de Rachmaninov, que se escuchó opulenta, bien distribuida en familias. Desde el mismo sombrío comienzo, grave, muelle, y el primer “tutti”, se pudo apreciar la buena afinación y la habilidad del director para alcanzar de manera muy natural, con la respiración justa y la ideal distribución de volúmenes, el primer gran clímax. Los distintos temas, desarrollados por el compositor a veces torpemente, fueron encontrando su sitio y su adecuada formulación, lo que proporcionó amenidad al discurso. En el Allegro molto las trompas entraron como un tiro y las violinadas sonaron furibundas, con correcta exposición del sacarinoso tema lírico.
Sedosa y “cantabile” la gran frase de la clarinetista en el “Adagio” y bien planificadas las reelaboraciones temáticas y las súbitas expansiones, con empleo de un “rubato” muy justo. Méndez supo mantener el latido constante en el “Allegro vivace” conclusivo y, aunque no todo fue nítido, solventar con acierto los efusivos y entrecortados cantos de la cuerda en pleno. Batuta clara y de movimientos bien estudiados y didácticos. Un brillante y acelerado “Preludio” del tercer acto de Lohengrin de Wagner remató la sesión. Arturo Reverter
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