Aquel verano de 2004
Aquel agosto de 2004
No se crean que hemos permanecidos ociosos este agosto. También teníamos que hacer el nuestro y se lo vamos a demostrar con una crónica de aquello que más nos ha llamado la atención de forma que en nuestras páginas no se produzca ningún salto en ninguna época del año.
Los conciertos del verano –y casi los del año- tuvieron lugar en Lucerna, ciudad que ha recuperado el glamour de la época Barajan, cuando tras la semana grande salzburguesa había un desplazamiento general a la bellísima localidad suiza. Abbado, Boulez y Pollini han sido artífices de la atracción, junto a dos agrupaciones sinfónicas que sólo se pueden escuchar en Lucerna y sólo durante su festival: la Academia, formada por estudiantes y preparada por Boulez y la Orquesta del Festival, formada por estrellas como Blacher, Gutman, Bartolomey o Dohr reunidas para hacer música bajo la batuta de Abbado. Éste junto al citado Pollini, Fleming, Urmana y Papé causaron delirios. Wagner hubiera disfrutado con el segundo acto de su “Tristán” aunque si se hubiese acercado a su casa de Tribschen –en la que dio a conocer el “Idilio de Sigfrido”- se habría hundido en la miseria al ver que los bosques que contemplaba junto al lago son hoy bloques de cemento. Por cierto, a su inauguración, se presentaron Teresa Berganza y Paloma O’Shea, que ya han hecho las paces.
En Salzburgo continuaron las quinielas por acertar con el sucesor del nefasto y soberbio Ruzcika al frente del festival. Que si Domingo, que si Flimm, que si un tapado o incluso el mismo Haefliger, hoy al frente de Lucerna. Entretanto se las apañaron con una soberbia “Ciudad de los muertos” y un nefasto “Caballero de la rosa”, con su tercer acto en un prostíbulo con señoras en pelota picada copulando a diestro y siniestro. Claro que locuras escénicas hubo por doquier. Así en Bayreuth con un “Parsifal” incalificable a base de mareantes proyecciones –con un Boulez pedaleando a tope- o Munich con una “Fausto” en el que guiñoles interrumpían la acción para explicar el libreto. Así se entiende la pelea del director de escena con Wolfgang Wagner o las mismas declaraciones del ascendente tenor Wotrich. Gloriosas, un año más, las retransmisiones de Radio Clásica. Desde apuntar que “Parsifal” no triunfaba porque la gente no aplaudió al terminar el primer acto –que nunca se aplaude- hasta resucitarnos a Solti a través de sus discos para la Walkiria. ¡Qué desastre!
Levine canceló todas sus actuaciones veraniegas para centrarse en su despedida de la Filarmónica de Munich con dos conciertos de antología en calidad y duración. Un soberbio “Parsifal” con Urmana y Botha y otro con, nada más y nada menos, que “La canción de la tierra” y la “Segunda” de Mahler. Buenas medicinas para el temblor de pulso. Su amigo Domingo tuvo un percance en Verona, donde fue a exhibirse casi en documentales y el público cortó a voz en grito diciendo que allí se iba a cantar. Ahora, tras pasarse el concierto por la RAI, todos se preguntan a dónde fue a parar el millón de euros pagados para que Domingo, Pons y Palatchi cantasen cuatro piezas.
En España casi sobresale lo que no se dio, es decir, la “Carmen” sevillana. Llegó la suspensión que se auguraba. Claro que Rostropovich acudió a forrarse a costa del naufragio reduciendo sustancialmente su caché hasta tan “solo” 150.000 euros. Una “Norma” abrió Santander sin que uno haya llegado a explicarse la razón y allí Gheorghiou siguió arremetiendo contra Sagi y el Real. Del Real ni una palabra, que todas quedan para noviembre.
La crítica se dedicó a escribir y a buscarse un hueco. ¿Conocen un crítico que no tenga su festival o se ligue a alguno? Franco Santander, Iglesias Santiago, Whonenburger La Coruña, Vela al mejor postor y ya hasta Romero tiene su Camprodón, aunque también el gusto de no escribir sobre él. De Larrocha y Torres Pardo compartieron medalla Albéniz con sus más y sus menos. En Bilbao y su Abao no hubo óperas pero sí sobresaltos. Sin ellos siguen las obras del Teatro del Escorial, cada día más cemento en sus montes y absurdos en sus cosas. ¿Se entiende que no se iluminase el Monasterio la noche de su patrón y que estuviese cerrado a cal y canto? Las giras de Flórez y Gardiner por el norte de España supusieron otro plato fuerte.
Y se nos fueron dos grandes músicos de cine: Jerry Goldsmith y Elmer Bernstein. Éste último compuso entre otras la banda de “los timadores”, la que tan bien habría servido para la pasarela del octeto monclovita de obreras socialistas, el de mujeres desafinando en el mejor y más comentado espectáculo veraniego, tanto como para constituirse en “la canción del verano”. BECKMESSER.COM
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