Aquí mando yo
Aquí mando yo
Resultó muy interesante la entrevista a Peter Gelb publicada recientemente. “Hay que respetar al público. En Europa, algunos programadores creen que es una debilidad artística dar al público lo que quiere. Pero yo creo que es la seña esencial para que la audiencia sienta entusiasmo. Si se espera que los gobiernos subvencionen a las instituciones teatrales, el público ha de mandar. Se ha de empezar por el público, porque este elige a los gobernantes y el gobierno ha de respetar lo que la gente desea. Es el principio básico de la democracia. Si el público siente que está enajenado por las instituciones culturales, entonces el gobierno carece del sentido de la responsabilidad”. Veámoslo de otra forma, pensemos en un teatro con cincuenta millones de presupuesto financiado en un 50% con dinero público. Los espectadores pagan el 50%, pero curiosamente hay alguien a quien ellos no han nombrado que decide, a veces en abuso fragrante del libre albedrío, lo que van a ver y lo que no. ¿Qué legitimidad tienen estos personajes? ¿Con qué derecho se proclaman poseedores de las verdades culturales e imponen sus gustos contra viento y marea? ¿Es lógico que los ciudadanos, aunque no asistan a los espectáculos, paguen con sus impuestos el 50% de las entradas de un teatro público en el que se programa según los gustos personales de un determinado responsable?
Todos conocemos cómo teatros de primera fila y renombrados festivales cayeron de sus pedestales porque el público los abandonó y los abandonó porque dejó de estar interesado en lo que se le ofrecía. Cuidado con lo de “nuevos públicos”, porque es fácil llenar un teatro a costa de la taquilla, pero entonces las administraciones públicas tendrán que financiar no el 50% sino el 70% del presupuesto. Vale si eso es lo que se quiere, pero hay que tenerlo muy claro. Es desolador ver teatros españoles llenos de calvas en su aforo en una “Manon” con Dessay y Villazón. ¿Crisis económica? Sí, pero también el resultado de programar demasiados títulos poco atractivos para la mayoría de la audiencia y de ofrecer el repertorio más deseado por ésta de forma que sin embargo provoca su rechazo. Y es sólo un ejemplo, porque hay más. En Leipzig unos irresponsables responsables ha llegado a programar un espectáculo a puerta cerrada, sólo para ellos mismos, como ejemplo del súmmum en el arte. El asunto reviste mayor peligro si esos responsables artísticos alcanzan competencias económicas, presupuestando lo incumplible y llegando a “obligar” a los responsables políticos a esconder o maquillar las cuentas reales.
Aquí ha de mandar antes el público que cualquier iluminado. Programar contra el público o contra la taquilla acaba con consecuencias como, por ejemplo, teniendo que renovar de oficio los abonos. Steve Jobs dicho: “Nos pasamos años intentando hacer que la gente compre lo que nosotros queremos, vendámosles lo que ellos quieren.
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