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Por Publicado el: 30/03/2007Categorías: Crítica

“Ariodante” en concierto en el Teatro Real

“Ariodante” en concierto en el Teatro Real
Una interpretación fiel
“Ariodante” de Haendel. C.Hulcup, S.Puértolas, O.Lallouette, T.Lehtipuu, J.Azzaretti, V.Genaux, N.Maire. Les Talens Lyriques. C.Rousset, director. Teatro Real. Madrid, 29 de marzo.
Las óperas de tres horas largas de música como “Ariodante”, ofrecidas en concierto, precisan de excelentes interpretaciones orquestales y vocales para que la tensión no decaiga. Afortunadamente el Real contó con excelentes mimbres orquestales. Christophe Rousset y Les Talens Lyriques acaban de ofrecer la misma obra, pero escenificada, en París con un reparto en el que se comparten algunos nombres. El conjunto sonó con gran cohesión, compacto, bajo una dirección muy viva de Rosset que no olvidó dar lirismo a los pasajes más lentos, que cuidó con mimo a los cantantes y que hasta hizo música con los silencios.
He aquí el problema. “Ariodante” está llena de melodías preciosas que requieren grandes voces. El reparto de Rousset estuvo formado por buenos cantantes, que no por voces extraordinarias. La anunciada Ariodante de Angelika Kirchschlager fue sustituida por Caitlin Hulcup sin que la diferencia se notase demasiado. Resolvió dignamente la maravillosa aria del acto II, pero se echó en falta una mezzo más sólida. Sabina Puértolas le dio diga réplica como Ginebra a pesar de algunas destemplanzas y Jaël Azzaretti sobresalió como Dalinda. Pero el problema vocal quedaba patente en muchos momentos. Citemos por ejemplo el aria, llena de fuerza y coloraturas, de Polinesio del segundo acto a cargo de la conocida Vivica Genaux, en donde la falta de fuelle era evidente o la muy inspirada del Rey del mismo acto, a la que Olivier Lallouette fue incapaz de hacer justicia. Al final quedaba un poco la impresión de falta de contraste entre las voces femeninas pero, con todo se fue de menos a más, con lo que el concierto dejó un excelente sabor de boca a pesar de las limitaciones vocales.
Se defiende mucho la moda del barroco, pero uno se pregunta por qué había tantos claros en el teatro y por qué no se vendieron las entradas de último minuto, a pesar de costar sólo un 10% de su precio. Algo no acaba de funcionar. Gonzalo Alonso

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