Auditorio Nacional: maratón Beethoven
MARATÓN BEETHOVEN
Orquesta y Coro Nacionales de España; La Filarmónica, Sociedad de Conciertos. Obras de BEETHOVEN. Radu Lupu (piano), Orquesta Nacional de España. Dir.: David Afkham; Denis Matsuev (piano), Orfeón Donostiarra (Dir.: José Antonio Saínz Alfaro), Orquesta del Teatro Mariinsky, Dir.: Valeri Gergiev. Auditorio Nacional de Música, Madrid, 20 de marzo de 2015.
Los azares de la programación han provocado una jornada casi monográfica en torno a Beethoven, sin llegar a la magnitud de lo organizado por Antonio Moral y Jesús López Cobos en junio de 2013, con las nueve Sinfonías en un solo día, más las 32 Sonatas para piano con nueve pianistas. Esta vez fueron dos Sinfonías y un concierto, a lo largo de cinco horas. Empezó la Orquesta Nacional, con su titular designado, David Afkham (Friburgo, 1983), que reemplazaba ‘in extremis’ a otro David, Zinman, por enfermedad. En apenas un mes, Afkham a ha dirigido a dos grandes del teclado, Maria Joao Pires primero y Radu Lupu ahora, en los “Conciertos para piano nº 4 y 5” de Beethoven. El rumano Lupu (Galati, 1945) toca sentado en silla, no en banqueta, al modo de Glenn Gould, y su actitud recostada durante el “Emperador” da a veces la impresión de ausencia y piloto automático, aunque la musicalidad y la capacidad para poetizar desde el teclado permanecen incólumes, pero no así su energía, bastante desvaída con los años. Afkham trató de aportar brío y elegancia a su acompañamiento, pero no siempre pudo “tirar” de su solista, que, de otra parte, cosechó un notorio éxito. Mucho mejor la “Quinta Sinfonía”, no al nivel de la imponente “Cuarta” de Shostakovich del mes pasado, pero sí atentamente preparada en un tiempo mínimo, y en cuarto creciente, que alcanzó en el Finale sus mejores momentos.
A continuación, un artista que ya es leyenda, Valeri Gergiev (Moscú, 1953), con la formación del Mariinsky que es como una prolongación de su brazo… o de su mano, con un perenne palillo (!) a modo de batuta. El artista encalomó a la audiencia una obra no anunciada, el “Segundo Concierto parta piano” de Shostakovich, con el proteico Denis Matsuev (Irkutsk, 1975): la indolencia de Lupu quedó lejos tras la potencia casi salvaje del ruso, tan propulsada que a veces orquesta y solista fueron cerca, pero no juntos. Luego la “Novena Sinfonía” beethoveniana, en donde Gergiev, sobre todo en el primer movimiento, obsequió a la audiencia con un recital insospechado de siseos, bisbiseos, gruñidos y sonidos guturales diversos, todo ello dentro de una magnífica, bruñida factura sonora. En el Finale coral, empero, el moscovita se disparó en las velocidades, y el ‘himno a la alegría’ se convirtió en la ‘marcha militar del jolgorio’. El Orfeón Donostiarra, magnífico y casi heroico, procuró seguir a Gergiev –lo cual no es fácil- en su cabalgada, y se llevó aclamaciones de lujo. Peculiar también el cuarteto solista, con un bajo intenso y comprometido, Mikhail Petrenko, una soprano esforzada, Yastrebova, una mezzo que no molestó y un tenor que cantó bien su marcha del último movimiento, aunque pareció estar en otra guerra, hasta el punto de sentarse tan pancho mientras sus compañeros seguían de pie hasta el final de la obra. Al fin y al cabo, los protagonistas eran Beethoven… y Gergiev. José Luis Pérez de Arteaga
Señor Pérez de Arteaga, tengo que decir que en esta ocasión no puedo estar de acuerdo con usted y confieso que raramente es así. Igualmente me confieso admirador del maestro Gergiev pero ello no evita que sus siseos, gruñidos y sonidos guturales me parezcan menos molestos que las toses destempladas, los ruidosos caramelos y otros desagradables sonidos.
Por otra parte sin entrar en otras apreciaciones discutibles diría que la ausencia no sólo fue patrimonio del tenor, el bajo se comió varias notas del final de su exposición inicial de la Oda a la Alegría, la soprano se esforzó pero no llegó…
En cuanto al Orfeón lamento decir que en varias ocasiones no voy a decir que se perdiera pero sí que anduvo un poco despistado (a la velocidad que imprimió el maestro es lo normal, supongo que no andarían sobrados de ensayos).
Muchas gracias
Señor Pérez de Arteaga, tengo que decir que en esta ocasión no puedo estar de acuerdo con usted y confieso que raramente es así. Igualmente me confieso admirador del maestro Gergiev pero ello no evita que sus siseos, gruñidos y sonidos guturales me parezcan menos molestos que las toses destempladas, los ruidosos caramelos y otros desagradables sonidos.
Por otra parte sin entrar en otras apreciaciones discutibles diría que la ausencia no sólo fue patrimonio del tenor, el bajo se comió varias notas del final de su exposición inicial de la Oda a la Alegría, la soprano se esforzó pero no llegó…
En cuanto al Orfeón lamento decir que en varias ocasiones no voy a decir que se perdiera pero sí que anduvo un poco despistado (a la velocidad que imprimió el maestro es lo normal, supongo que no andarían sobrados de ensayos).
Muchas gracias