Baiba Skride logra interpretar Brahms en Barcelona
Baiba Skride logra interpretar Brahms
Temporada de conciertos de la OBC.
Obras de Brahms y Strauss
Baiba Skride, violín. Junichi Hirokami, director.
Si la semana pasada, con sumo placer, explicábamos los detalles del mejor concierto de la temporada de la OBC, ahora, lamentablemente, se ha de hablar de lo contrario. Y no es que la bella y virtuosa Baiba Skride, solista del Concierto para violín y orquesta en Re mayor, op. 77 de Brahms, no pusiera de su parte, el problema se localizó en el propietario de la batuta.
Es habitual que algunos maestros –no me refiero a los mejores– dediquen poco esfuerzo a la obra programada con solista y apuesten por la segunda parte del concierto donde poder brillar en exclusividad. No obstante, no es corriente que el solista de turno ejecute su papel a pesar del director y de la orquesta; el problema en la sección de las trompas de la OBC es alarmante.
Si a la lectura intrascendente, aburrida, ñoña, plana y sin rumbo que ofreció el maestro Hirokami se le suma una gesticulación corporal inverosímil, el resultado es peligroso. Y es que el director japonés ejecutó una serie de movimientos encima del pódium que, a decir verdad y después de recorrer medio mundo viendo a los mejores directores de orquesta desde los años ochenta del siglo pasado, reconozco no haber tenido la oportunidad de contemplar hasta ahora. Para no aburrir al lector descifrando cada uno de ellos me centraré en tres que me llamaron la atención y que, tras horas y horas de ardua reflexión, todavía, no he encontrado el significado. El primer gesto/movimiento se podría llamar “hay un escorpión en el pódium que me quiere picar”. No entiendo porqué, de vez en cuando, Hirokami daba un pisotón a destiempo confundiendo, más que otra cosa, a la orquesta. El segundo lo he bautizado como “la serpiente encantada” –no es necesario explicarlo–, y el tercero “Godzilla antes de atacar” –tampoco vamos a entrar en detalles–.
Otra actitud, sorprendente, la pudimos observar cuando Baiba Skride, al final del primer movimiento de Brahms, ejecutó la cadencia con su magnífico Stradivarius “Ex Baron Feilitzsch” de 1734, cedido por Gidon Kremer. Aquí, Hirokami, otra vez llamó la atención sobre su persona realizando gestos de aprobación más o menos expresivos cuando debería haber permanecido inmóvil. ¡Qué personaje!
En la segunda parte una única partitura también, Ein Heldenleben, op. 40 de Richard Strauss. En esta obra pudo observarse cierto compromiso con algún tipo de estética musical, no obstante, el hecho de que, faltando unos compases para terminar el concierto, el maestro tirara la batuta al atril, hace pensar que la responsabilidad como líder fue pesada y agotadora.
A destacar la solista de trompeta, Mireia Farrés, el solista de trompa en la segunda parte, Juan Manuel Gómez, y el solista de bombardino, Vicent Pérez.
En el próximo concierto Thomas Hampson cantará Des Knaben Wunderhorn de Gustav Mahler. Israel David Martinez
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