Baile de máscaras en San Sebastián: el cuarto tenor
Quincena Donostiarra
El cuarto tenor
“Baile de máscaras” de Verdi. F.Casanova, A.María Sánchez, E.Zaremba, O.Sala, M.Valdivieso, A.Echevarría, Z.Plech. W.Schroeter, dirección de escena. A.Barsacq, escenografía y vestuario. A.Rehfeld, iluminación. R.Neri, coreografía. Orquesta Sinfónica de Euskadi, Orfeón Donostiarra. J.López Cobos, dirección musical. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 18 de agosto.
A pesar de su indudable belleza y hasta facilidad para el oyente, no es “Baile de máscaras” una obra que se represente con frecuencia en la actualidad. Quizá sea porque precisa de grandes cantantes de las cuerdas de barítono, contralto, dos sopranos -una lírica-spinto y una ligera- y, sobre todo, un tenor lírico de voz llena pero capaz de aligerarla en muchos momentos. Todo ello lo hubo en la ópera inaugural de la 65 Quincena Donostiarra.
La gran estrella de la noche desde un punto estrictamente vocal fue el tenor dominicano Francisco Casanova, a quien escuchamos hace poco en Bilbao en “Masnadieri” y se escuchará en La Coruña con “Tosca”. Posee una voz de amplio caudal y precioso timbre, exacta para un papel que han cantado todos los grandes en un momento temprano de su carrera – Gigli, Carreras, Bjoerling, Di Stefano, Corelli, Domingo, etc- y cuyo último mejor exponente fue Pavarotti. Casanova no le va a la zaga. Bordó su segunda aria, el gran dúo y toda la escena final. Su gran problema es el volumen físico. Si no es por ello sería sin duda alguna el gran tenor de nuestros días, pero hoy la ópera no es sólo canto. Ana María Sánchez, que ha adelgazado más de diez kilos, mostró su rico centro, la cuidada línea musical y acertó en la caracterización de Amelia, logrando reflejar todos sus matices lírico-dramáticos. Es una partitura perfecta para ella. Elena Zaremba compuso una auténtica Ulrica, de gran poderío vocal aunque abundase el mezzoforte. El barítono Vassily Gerello canta bien y el timbre convence a pesar de su excesiva claridad para Renato. Verdi, sin embargo, no es su estilo hoy por hoy y el fraseo se resiente. Ofelia Sala se llevó al público de calle con una perfecta interpretación vocal y escénica de Oscar, un papel agradecido donde los haya. A Alfonso Echevarría conviene decirle que se le oye sin que tenga que cantar yendo a por todas. Dirigió con precisión y fuste dramático un López Cobos que extrajo el mejor sonido de la Orquesta de Euskadi, mientras que el Orfeón Donostiarra aportó calidad y sonido a un coro en sí no demasiado relevante.
El excelente nivel musical fue acompañado de una puesta en escena reducida a la más mínima expresión: una simple plataforma ligeramente inclinada, una arbitraria alusión a los ahorcados y una medio esfera transparente a modo de espejo para desfigurar a los intérpretes. Ópera casi en concierto para una versión entre la original sueca de Verdi y la bostoniana pasada por la censura. Gonzalo Alonso
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