Barcelona visita Madrid
Temporada de la OCNE
Barcelona visita Madrid
Obras de Torke, Guinjoan y Prokofiev. Ewa Podles, mezzo. Joan Enric Lluna, clarinete. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Orfeón Catalán. E. Martínez Izquierdo, director. Auditorio Nacional. Madrid, 23 de abril.
Una de las labores fundamentales que deben caracterizar a una orquesta que se denomina “nacional” es la difusión de la música de su nación por toda la geografía de su nación. La OCNE no sale de Madrid cuanto debiera y tampoco interpreta o graba con la abundancia deseada el repertorio español. Esta semana se ha producido un intercambio con otra agrupación “nacional” de ampuloso nombre: “Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña”. Algo es algo y además nos permite comprobar que en todas partes cuecen habas en mayor o menor grado. La Nacional de Cataluña se ha presentado en Madrid con al menos una obra de su tierra, el “Concierto para clarinete y orquesta” de Joan Guinjoan. Se trata de una partitura bien construida, de casi media hora, dedicada al solista Joan Enric Lluna, quien la tocó en Madrid y la estrenó en Barcelona hace escasos días. Su único movimiento posee una estructura predefinida, sino que más bien planea sobre la búsqueda de las sonoridades y registros del clarinete sin atender a reglas tonales y con marcada tendencia al empleo de los “mezzofortes”. Unas ciertas intuiciones de tipo jazzístico ayudan a dotar de un cierto atractivo y asequibilidad a la pieza. Gancho y tan sólo eso es lo que pretende “Javelin” del americano Michael Torke, compuesta para la inauguración de los Juegos Olímpico de Atlanta de 1996 en plan de obertura a lo John Williams. También cinematográfico y grandilocuente es el “Alexander Nevsky” de Prokofiev, que escuchamos hace apenas una semana al Orfeón Donostiarra. El Orfeón Catalán es una buena agrupación, pero no alcanza a la vasca. Ernesto Martínez Izquierdo leyó su lírica y sobre todo su épica. Ewa Podles nos deslumbró una vez más, en su breve intervención, con la cavernosidad de su registro. Los profesores de la orquesta comparecieron con camisa blanca pero sin corbata, lo que estéticamente no acaba de cuadrar. Tratar de equipararse al director es lógico, pero para ello hay que buscar la forma. Y, ya que estamos con las formas, ¿es que no hay forma de que los solistas permanezcan sentaditos disfrutando de toda la obra por la que cobran y no se limiten a salir cuando les toca abrir la boca? Son penosas las pocas ganas de trabajar de todos: quien lo hace y quien se lo permite. Gonzalo ALONSO
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